Tres libros para entender dos fines de semana: el de los asados del 18/9 y el del estallido un mes después

Más allá de lugares comunes. Entender el acontecimiento supone saltarse lugares comunes, esos torniquetes que se han usado con insistencia y poca novedad para explicar lo que ocurrió en el último tiempo, antes de la crisis sanitaria. Hay tres libros que ayudan a leer esos dos fines de semana de 2019: el del 18 de septiembre, cuando no había Estallido, y el de un mes después. Es decir, los treinta días que median entre los asados y la quema del Metro.

• Se trata de Siete Kabezas, del arquitecto Iván Poduje (Uqbar, 180 páginas); La Revolución Inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular (CEP, 2015), del historiador Joaquín Fermandois; y Nos fuimos quedando en silencio, del también historiador, y doctor en ciencia política, Daniel Mansuy.

Siete Kabezas. El libro drecoge el ejercicio que el arquitecto hizo a partir del fin de semana del Estallido: salir a caminar por los barrios en que comenzaba a manifestarse la crisis para entender lo que pasaba. Eran barrios que Poduje conocía ya, a partir del trabajo de su oficina de arquitectos, dedicada hace años a investigar, entre otras materias, la segregación en la ciudad.

• Por eso que el texto tiene poco de las metáforas que abundan en otros para “explicar” las causas de los hechos. En el libro de Poduje –que sí tiene una que otra errata que no daña al conjunto–, un edificio incendiado es un edificio incendiado, es decir ruinas. Y sobre todo estaciones, supermercados y otros no “se queman”, como suele resumir la prensa sin mencionar que no se trata de piroquinesis.
• En el texto de Poduje hay sujeto en cada una de las oraciones: alguien hace algo. Como dice este párrafo, por ejemplo: “Pero lo que pasó en la Alameda entre noviembre de 2019 y marzo de 2020 fue mucho más intenso y violento que todo lo que habíamos conocido. La primera alerta fue en una marcha de viernes que terminó con un espectáculo de fuegos artificiales que duró varios minutos. Me sorprendió la organización de ese evento de pirotecnia, actividad costosa, e hice presente esta inquietud en redes sociales, y las personas que apoyaban la marcha se rieron en tono de burla, diciendo que en el barrio Meiggs se vendían fuegos artificiales hace años, sin autorización, y que cualquiera podía comprarlos. Yo conocía la venta que se hacía en Meiggs, pero lo que se vio en Baquedano era otra cosa. No sólo había fuegos de mayor potencia, sino que fueron lanzados con una sincronía y en una duración de tiempo tan extensa que reflejaba un gran uso de recursos y una coordinación”. El capítulo, claro, se llama “Las barras bravas dicen presente”.
• En días en que se debate sobre una plaza y un monumento, el libro agranda la discusión: se trata de la ciudad, del vandalismo y de la segregación. Es decir, del futuro.

La revolución inconclusa. El de Fermandois es un texto ambicioso, que para contar la historia de la izquierda en la Unidad Popular entrega luces de todo el desarrollo de las distintas corrientes a lo largo de la historia independiente, escrito de manera formidable.

• Es la historia de la izquierda, que poco se ha tratado y que es tan importante para entender la forma en que el sistema político, es decir la oposición, reaccionó a esos días de octubre de 2019.
• El aparte con la evolución del Partido Comunista durante el siglo XX es interesantísimo, sobre todo por las fuentes usadas, así como el capítulo dedicado al MAPU (“Fue un caso bastante extraordinario de ‘rebelión de los notables’ que siempre acompaña atmósferas prerrevolucionarias”, dice), así como la lectura del último discurso de Allende, desde La Moneda: “fue parco en utilizar un lenguaje constreñido por el vocabulario de la izquierda marxista. Colocó sus últimas palabras en una dimensión que podía ir más allá de la definición ideológica de las circunstancias. De esta manera, las liberó de una atadura que con el tiempo solo hubiera podido ser asimilada por un espíritu de secta. Por el contrario, las harán comprensibles para diversos públicos y varias generaciones futuras”.
• También, entrega una buena reflexión sobre la democracia en Chile, en tiempos preconstituyentes: “Por último, una vida pública sometida a tantas rebeliones y estados de excepción y estados de sitio hace dudoso el término de ‘democracia’ para este Chile, en casi cualquiera de sus épocas. También se aduce el poco castigo judicial por las salidas de madre, en conspiraciones, rebeliones, amotinamientos y represiones desproporcionadas”.
• “Todas ellas terminaban en amnistías que eran parte de un acuerdo político en el Congreso o entre La Moneda y el Congreso, o unilateral por una de las partes sin que la otra prosiguiera a fondo con una idea de justicia absoluta. Estas recurrentes aministías, perdones y olvidos, observados con cinismo por muchos, pueden verse como una manera de limitar la violencia, esa que en los países hispanoamericanos dejó una huella infinita que pesa hasta el día de hoy. En Chile muestran también al sentido común volviendo por sus fueros tras períodos de estabilidad y violencia”.

Nos fuimos quedando en silencio.  El libro se publicó hace casi cinco años y sigue sonando actual, totalmente aplicable al Chile pre-estallido e incluso al que venga después de la convención:

• “Cuando se pierde la vinculación con el lenguaje común, la política pierde su capacidad de traducción y de mediación, y se vuelve incapaz de enfrentar (ni hablar de resolver) problemas serios. Este fenómeno conduce directamente a que otros lenguajes busquen apropiarse de lo político: técnicos, profetas y juristas intenta llenar ese vacío”.
• “Un buen síntoma ocurre cuando, frente a la impotencia de los políticos (que no logran articular respuestas a nuestros problemas), los tribunales empiezan a tomar esas decisiones (utilizando, desde luego, un lenguaje jurídico). La judicilización de los asuntos políticos puede ser leída como loa última etapa en la desintegración del lenguaje común: cuando la política no puede mediar. Lo hacen los jueces, pero lo hacen con instrumentos radicalmente antipolítocos”.
• Un punto aparte es el capítulo “La nostalgia de la transición”: Mansuy allí sitúa en el 2011 el momento en que comenzó a romperse el consenso de los noventa, para repasar la biblioteca de autores que desde entonces han venido predicando “el fin del fin de la transición”.
• Sus observaciones, especialmente esas que hablan de cómo habían evolucionado parlamentarios y políticos, hacen un cuadro que -leído hoy- entrega muchas luces de lo que pasaba antes de 19 de octubre y los que por entonces eran desafíos: la democracia, dice Mansuy, es un régimen exigente “pues demanda un modelo de ciudadanía que no puede reducirse a la figura del consumidor en la medida en que requiere de un ideal mucho más elevado, y del cual todos somos responsables (…) Mientras los ciudadanos  no estemos dispuestos a tomarnos en serio esta exigencia que emana de nuestra politicidad natural, difícilmente podremos diagnostica ni afrontar nuestra crisis que es, en definitiva, una crisis de comunidad”.
• Y el libro es del 2016.