Presidente Boric cede y entrega control de los 50 años al PC; ya no será un momento de unidad y reconciliación. Por Jorge Schaulsohn

Ex presidente de la Cámara de Diputados

El Partido Comunista pretende criminalizar el debate sobre los hechos y circunstancias que culminaron con el golpe, estigmatizándolo como un intento de justificación de las violaciones a los DDHH. Su objetivo es transformar la conmemoración de los 50 años en la canonización de la figura de Allende, reivindicando el proyecto de la unidad popular y eximir a la izquierda de toda responsabilidad. El golpe fue una tragedia que todos vimos venir y no hubo voluntad de hacer lo que correspondía. Es un mito urbano que era inevitable. Durante todo 1972 y el primer trimestre del 73 hubo una ventana de oportunidad para evitarlo, modificando el programa, haciendo concesiones a la DC y consolidando lo avanzado.


Cayó Patricio Fernández. El negacionismo del Partido Comunista no acepta que en la sociedad chilena no hay una sola visión sobre el por qué del golpe de estado. Buscan imponer una verdad oficial y eso no va a funcionar. Para mí resulta Inexcusable la claudicación del presidente Boric ante la presión del Partido Comunista que terminó con la salida del coordinador de los actos conmemorativos de los 50 años del golpe.

Contra Fernández, el PC y sus aliados desataron una campaña infame de desprestigio sobre la base de mentiras y desinformación. Lo acusan de justificar el golpe, cosa que jamás ha hecho. Todo tiene un tufo reminiscente a los peores tiempos del estalinismo.

Todo ello a propósito de una conversación radial en la que la víctima de esta operación política dijo que “el debate sobre las causas del golpe continuaría durante muchos años entre historiadores, ciudadanos y opinólogos”.

Esta afirmación que solo constata una verdad del porte de una catedral tocó un nervio muy sensible. Reflexionar sobre las causas del golpe se consideró un grave peligro para la estrategia de transformar los 50 años en la canonización de la figura de Salvador Allende y revindicar el proyecto político de la UP.

No deja de sorprender que el Partido Comunista sea la guaripola de este revisionismo histórico, que pretende reescribir la historia, eximiendo de toda responsabilidad a la izquierda en la pérdida de la democracia. Un relato maniqueo, sesgado, utilitario, que no se corresponde con la realidad. Un partido que había denunciado los excesos  y desvaríos de algunos partidos de la UP y advertido sobre sus consecuencias durante el gobierno de la UP.

De la noche a la mañana Patricio Fernández, hombre de izquierda, fundador de The Clinic, convencional socialista y partidario del apruebo se transformó en un “momio” contemporizador emparentado con familias de derecha (Chadwick nada menos) que relativizaba la violación de los DDHH y justificaba el golpe.

En un artículo titulado “La desolación de los años de plomo (1973-1980); Enseñanzas y Perspectivas de la Revolución, redactado por Jorge Insunza se daba cuenta de la posición de la dirección clandestina del PC, solo meses después del golpe. En él se sostiene que el “fracaso se debió entre otras cosas al aislamiento de las clases desposeídas respecto de agrupaciones progresistas de masas, en virtud de la propensión de algunos de sus grupos por derivar en actitudes y prácticas violentas”.

Por su parte Luis Corvalán, ex Secretario General del PC, sostiene en su libro de memorias del año 1997 “De lo Vivido y lo Peleado” que una parte  de la culpa de la derrota de la UP corre “justamente a cuenta de la ultraizquierda cuyos jóvenes se distinguían por encabezar la ocupación de empresas industriales y propiedades agrícolas medianas y pequeñas, tensionando directamente las relaciones de la coalición gobernante, lo que causó no poco daño, pues empujó al campo de la reacción a sectores que el movimiento popular y el gobierno se empeñaban en atraer”.

Reclama que “gran parte del partido socialista, el MAPU-Garretón y la Izquierda Cristiana (es decir casi toda la UP) asumieron posiciones “izquierdizantes” y se esforzaron en crear un poder popular paralelo y alternativo al poder real que encabezaba Salvador Allende.

En la vereda de enfrente sectores de la democracia cristiana y los partidos de derecha también jugaron con fuego apostando a los militares, azuzando el golpe para resolver la crisis política. Muchos creyeron que les devolverían el poder rápidamente. Eduardo Frei Montalva concurrió a la Escuela Militar a saludar a la Junta como presidente del senado en el Mercedes Benz 280 azul de la corporación donde le requisaron el vehículo.

La pretensión del Partido Comunista de criminalizar los debates sobre los hechos y circunstancias que culminaron con el golpe de estado y sus horribles consecuencias es absurda y contrafactual; porque ocurrió en un contexto que es fundamental considerar. Por el contrario, éste es el momento para promover una reflexión civilizada sobre lo que pasó para que la historia nunca más de repita.

Es la oportunidad para que todos los actores políticos se comprometan a respetar en todo momento y circunstancia la democracia, la constitución y los derechos humanos por sobre cualquier proyecto político particular. Compromiso que para ser verdadero supone reconocer y aceptar la responsabilidad que a cada uno le cupo en la ruptura del hilo constitucional.

El negacionismo y el atrincheramiento del PC está llevando al fracaso de la iniciativa. No se puede ahogar el debate sobre la responsabilidad de los políticos en el quiebre de la democracia, estigmatizándolo como un intento de justificación de las violaciones a los derechos humanos.

No se puede dar por sentado que los miles de ciudadanos comunes y corrientes que se sintieron aliviados por el golpe que puso fin al gobierno de la unidad popular imaginaron ni menos que apoyaron las violaciones a los derechos humanos que vendrían.

La izquierda chilena está ofreciendo un espectáculo dantesco enfrascada en disputas que traen al presente el recuerdo de las peleas y desencuentros que llevaron al fracaso al gobierno de la Unidad Popular y terminaron con el suicidio del presidente Allende. Comportamiento irracional que alejará aún más a la ciudadanía del gobierno.

Pero lo más decepcionante de todo es la complicidad del presidente Boric en la cancelación de Patricio Fernández, que fue víctima de un asesinato de imagen totalmente injustificado y que él jamás debió haber tolerado ni permitido.

¿Será que el presidente comparte la mirada reduccionista del Partido Comunista sobre lo que debe ser la conmemoración de los 50 años o simplemente no fue capaz de resistir las presiones?

En la década de los 70 casi toda Latinoamérica cayó bajo dictaduras militares. Pero el contexto que llevó al golpe de estado en Chile no es comparable a lo ocurrido en el resto del continente. Fue el único país en que se derrocó un gobierno revolucionario elegido democráticamente que quería construir el socialismo; y donde, como dijo Carlos Ominami, el golpe tuvo un importante apoyo popular. Un dato de la causa que es imposible soslayar.

En el gobierno del presidente Allende no se violaron los Derechos Humanos ni se atentó nunca contra las libertades públicas. El congreso funcionó libremente hasta el último día. Pero el Estado de Derecho se quebrantó, se pasaron a llevar muchas leyes e irrespetó la constitución en la implementación del programa económico revolucionario socialista, atentando contra el derecho de propiedad en todas sus formas, lo que provocó un caos económico y social que paralizó totalmente al país.

Es un mito urbano eso de que “el golpe era inevitable”; durante todo el año 1972 y el primer trimestre de 1973 hubo una ventana de oportunidad para evitarlo. Asumir que la “revolución” era un espejismo para un gobierno de minoría, modificar el programa, hacer concesiones a la democracia cristiana y consolidar lo avanzado, todo lo que, paradójicamente eran las tesis del PC y de Allende, pero que fueron desechadas por los demás partidos.

El golpe fue una tragedia que todos vimos venir y no hubo capacidad ni voluntad de hacer lo necesario cuando correspondía.

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