-Sebastián Piñera es un personaje difícil de definir del todo. ¿Es una figura irremplazable para la derecha?
-Así es, Sebastián Piñera es muy difícil de definir en un sólo concepto o idea. Educado en el humanismo cristiano (cuyo tronco pasó desde la “izquierda” del Partido Conservador a la Falange y luego a la Democracia Cristiana), fue un convencido defensor de los Derechos Humanos y de la democracia representativa.
Pero también lo fue del diálogo como motor de la política, del libre mercado y de las libertades públicas. No es extraño, de hecho, que haya terminado siendo militante de Renovación Nacional –un partido en cuyas filas confluyen hasta el día de hoy distintas tradiciones– ni que en sus dos gobiernos esas tradiciones hayan convivido en relativa armonía.
¿Lo hace eso irremplazable? Sí, en cuanto a sus características personales, pero no necesariamente en términos políticos. Al no ser una sola cosa, el piñerismo podría coexistir con otras miradas de centro y de centroderecha y, desde ahí, construir algo nuevo y original. Ello dependerá, a mi manera de ver, de la capacidad del sector para aglutinar, bajo un liderazgo sólido y consistente, las distintas posiciones descritas arriba.
–¿Crees que con su muerte se fortalecen algunas de las bases de su propuesta, como buscar una derecha liberal?
-Una de las consecuencias indirectas de la trágica muerte del expresidente es que nos mostró un país mucho menos dividido de lo que están sus dirigencias políticas. Millones de personas lloraron su partida durante el funeral de Estado, una secuencia que se repitió en distintas partes del país. Muchas de ellas no lo conocieron y quizás muchas ni siquiera votaron por él. Sin embargo, entendieron que la polarización está afectando a tal grado nuestra convivencia que más vale tomar un respiro y presentar un proyecto político que le hable a las grandes mayorías, no sólo a los nichos identitarios.
-¿Por qué se dio ese fenómeno?
-El eje clásico derecha/izquierda no es suficiente para comprender y enfrentar las demandas de la ciudadanía. Eso lo comprendió el expresidente Piñera cuando, por ejemplo, en su segundo gobierno amplió el significado de la familia, pero sin desnaturalizar la importancia que tienen los padres en la educación de sus hijos. Lo mismo puede decirse respecto a los Derechos Humanos, una materia en la que se alejó de su sector cuando le tocó conmemorar los 40 años del golpe militar.
Que los tres partidos de Chile Vamos incluyan referencias al respeto de los Derechos Humanos en sus actuales declaraciones de principios comprueba que, al final de cuentas, Sebastián Piñera no estaba equivocado. Apelar al centro en este tipo de cuestiones es indispensable no sólo para llegar al poder, sino sobre todo para mantenerse en el poder.
-¿Cómo observas la candidatura de Evelyn Matthei?
-Sin duda, la figura de Evelyn Matthei está muy bien posicionada para mantener el legado del expresidente Piñera, pero también –y esto es quizás más importante– para afrontar las que, creo, son las dos principales urgencias del país en el futuro cercano. Por un lado, combatir la sensación concreta de inseguridad (narco, crimen organizado, terrorismo en la Araucanía, entre otras muchas variantes de la delincuencia). Por otro, retomar la senda del crecimiento económico para crear más y mejores trabajos. Los números no son buenos y es probable que sigan empeorando.
¿Cuáles son sus fortalezas y debilidades en el escenario post Piñera?
-La transversalidad y la experiencia serán clave, dos aspectos en los que Evelyn Matthei tiene credenciales de sobra. Lo relevante ahora es tener un buen diagnóstico sobre las necesidades más acuciantes de los chilenos y, luego de eso, diseñar un plan de acción reformista en la que distintos sectores se sientan incluidos a lo largo del tiempo.
Los partidos de Chile Vamos deben ser generosos, abiertos y congregantes. De otra forma, es posible que la centroderecha vuelva a La Moneda, pero sin las herramientas necesarias para hacer un buen gobierno.
-¿La opción de Kast se ve perjudicada por la revalorización de Piñera?
-En cuanto a su caudal electoral, no cabe duda de que fue aumentando en el último tiempo, como quedó demostrado en la elección de los consejeros constitucionales. Pero la pregunta es si ese triunfo se debió a una cuestión coyuntural o si, por el contrario, obedece a tendencias más estructurales. Considerando los resultados del plebiscito de diciembre pasado, tiendo a pensar que se trata más de lo primero que de lo segundo, y que, al final de cuentas, el votante chileno es bastante más moderado de lo que piensan ambos extremos del espectro político.
Insisto en el punto: gobernar –en especial gobernar bien– requiere de un proyecto que, sin dejar de lado los ejes ideológicos que lo sostienen, apele a las grandes mayorías a través de una agenda reformista y con la vista puesta en el largo plazo. ¿Tiene José Antonio Kast –o cualquiera con un perfil similar– el potencial para congregar a la mayoría del país? Esa es la pregunta.
-El Socialismo Democrático y el PC han estado tensionados. ¿Cuán profundas son las grietas del oficialismo?
-La historia de la relación entre el PC y el PS (pilar central del Socialismo Democrático) muestra que, aun cuando comparten ciertos lineamientos, muchas veces sus liderazgos han estado en veredas opuestas. Es cuestión de recordar el papel de ambos partidos durante la UP (muchos socialistas se posicionaron, aunque ahora se olvide, más a la izquierda que los comunistas), o traer al presente los cuatro gobiernos de la Concertación, donde el PC actuó más como opositor que como aliado de Aylwin, Frei, Lagos y la primera Bachelet.
-¿Y respecto del Frente Amplio?
-Es innegable que sus liderazgos se construyeron como una respuesta crítica a una Concertación supuestamente tibia y timorata. Las cosas, por supuesto, son mucho más complejas, y los sueños de juventud del FA han chocado una y otra vez con la realidad material del país. En ese sentido, lo que hemos visto después de la muerte del expresidente Piñera es un ejemplo más de la tensionada historia de las distintas almas de la izquierda chilena. Está por verse la profundidad de la grieta, pero mirado en perspectiva no parece haber mayor novedad.
-¿Qué te pareció el discurso del Presidente Boric ante muerte de Sebastián Piñera?
-Las palabras del presidente Boric en el funeral de Sebastián Piñera me parecieron sinceras y acertadas. No tengo por qué no creerle cuando dice que la oposición de entonces fue injusta y poco razonable. Ahora bien, sus dichos se deben transformar en acciones palpables para que no queden en el rincón olvidado de la retórica política.
-¿Hay un giro sostenible hacia la ex Concertación?
-Aquí tengo más preguntas que respuestas: ¿podrá el presidente distanciarse de la izquierda más a la izquierda? ¿Quiere Gabriel Boric convertirse en una suerte de continuador de la antigua Concertación? ¿Lo ve el Socialismo Democrático como un líder suficientemente propio para considerarlo un continuador legítimo? ¿Qué pasaría al interior del FA si su principal figura renunciara a las banderas de la refundación y de las “transformaciones estructurales”?
Ya es un lugar común, pero vale la pena recordarlo: el presidente camina en tierras movedizas cada vez que aprieta por aquí y suelta por allá. A veces es mejor ponerse una vez colorado que cien amarillo.
Con citas del ex Presidente Sebastián Piñera apelando a la unidad y con una intervención de Cecilia Morel, recordando el anhelo de él de una alianza amplia, desde Chile Vamos a Demócratas, Amarillos y el PDG, la noche de este miércoles se homenajeó a Piñera a un mes de su muerte.
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