En las políticas adoptadas para enfrentar la pandemia se han instalado una serie de falacias que al país le están costando caro y que ya nadie cuestiona. Decisiones tomadas respecto de las ayudas sociales, el IFE y de la llamada “fatiga pandémica” son parte de un conjunto de medidas cuya explicación se encuentra más en la lucha por el poder que en el combate al coronavirus.
La plaga de las falacias. De un tiempo a esta parte casi toda la actividad pública está plagada de falacias, es decir afirmaciones que parecen ser válidas, pero no lo son. La falacia se diferencia de un error lógico común porque oculta, intencionalmente, su invalidez. Es pariente cercana de las “fake news”. Aquí van algunos ejemplos.
- Cuando se aumentó en número de parlamentarios se le aseguró a la ciudadanía que más diputados y senadores -con sus secretarios, asesores, celulares, automóviles (leasing), bencina y otras granjerías- no le significaría ni un solo peso de gasto adicional al Estado. Obviamente resultó un engaño.
- Tras el estallido social se construyó el discurso falaz de que durante los últimos 30 años Chile se había transformado en la sociedad mas desigual y miserable del planeta y que quienes jugaron un papel relevante en esos gobiernos se habían poco menos que asociado con la dictadura por lo que deberían ser “cancelados”. Se dijo también que en Chile se violan sistemáticamente los derechos humanos a instancias y por órdenes del gobierno y que Piñera debe ser juzgado por la Corte Penal Internacional.
- Un grupo importante constituyentes está operando bajo la falacia de que son autónomos y soberanos, y rechazan que el gobierno haya licitado la empresa de seguridad de la convención y a la encargada de la transmisión por circuito cerrado de sus deliberaciones. Antes habían vetado al presidente de la Corte Suprema para presidir su primera reunión.
La pandemia y la política. El combate a la pandemia se ha transformado en parte clave de la lucha por política y del poder. La oposición ha instalado la falacia de que el gobierno lo ha hecho pésimo, que es directamente culpable de los muertos que no supo evitar, que el consejo asesor no existe, que la gobernanza de la crisis sanitaria está manos de unos pocos políticos sin la participación de expertos y que urge cambiarla radicalmente.
- Esta falacia, como muchas otras, agarra vuelo ante un gobierno estructuralmente debilitado que no tiene quien lo defienda y termina validando las propuestas de la oposición.
- Un ejemplo fue el debate sobre las ayudas sociales para la pandemia. Se instaló la idea que el bajo nivel de acatamiento de las cuarentenas se debía a que la mayoría de la población estaba obligada a salir a trabajar todos los días para no pasar hambre. Se dijo que era necesario apoyar a las familias económicamente para que pudieran quedarse en sus casa y que ese apoyo debía ser universal. Así se resolvería el problema de la movilidad. Todo eso sin ninguna evidencia respecto del porcentaje de ciudadanos que incumplen las cuarentenas por razones económicas.
- Hasta ese momento las ayudas del gobierno sumaban US$ 12.000 millones y estaban focalizadas en las personas más vulnerables. A los sectores de clase media se les exigía acreditación de que sus ingresos se habían visto reducidos por la pandemia. Pero todo eso, bastante razonable, se demonizó acusando al gobierno de no haber hecho nada por ayudar y/o de llegar “demasiado tarde”.
- Sobre la base de esta falacia se promovieron tres retiros de las AFP y uno de las rentas vitalicias con una grave afectación de las pensiones y del estado de derecho.
El IFE y sus enigmas. Así llegamos al IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que aportará $500.000 mensuales a casi toda la población del país, con un costo de U$20.000 millones solo considerando los meses de junio, julio, agosto y parte de septiembre.
- ¿Cómo se explica que si el IFE es para que la gente respete las cuarentenas se empiece a pagar justo en momentos en que el gobierno ha terminado casi todas cuarentenas en la RM y en el resto del país?
- ¿Cómo se explica que se le pague a los trabajadores considerados esenciales que han estado autorizados para trabajar durante toda la pandemia, tienen permisos especiales y han recibido todas sus remuneraciones?
- ¿Cómo se explica que lo reciban quienes han mantenido íntegros sus ingresos durante toda la pandemia?
- Esas preguntas no significan que me opongo a que el Estado ayude a las familias en tiempos extraordinarios como los que vivimos, incluyendo a las clases medias. Mi reclamo es contra las argumentaciones mentirosas (falacias) sin evidencia empírica con que se justifican las políticas públicas. Justificar políticas públicas bajo premisas falsas solo abre paso a la demagogia y al populismo, que en el corto plazo causará mayores sufrimientos y privaciones.
“La fatiga pándemica”. Sabemos que las cuarentenas no funcionan porque un gran número de personas simplemente no cumple las reglas. Son los mismos que no se vacunan, que rompen los cordones sanitarios, no respetan el toque de queda y hacen fiestas clandestinas. Ante esta realidad totalmente fuera de control y para justificar el fracaso colectivo -que no tiene nada que ver con la falta de ingresos- la autoridad acuñó un nuevo término: “La Fatiga Pandémica”.
- Es indiscutible que la gente está agotada y agobiada con las cuarentenas. Pero siguen siendo, junto con las vacunas, la herramienta fundamental para reducir contagios. Por eso cuando la autoridad sanitaria las interrumpe arbitrariamente en comunas que no cumplen las metas de reducción de contagios que se han determinado, se farrea un capital acumulado durante toda la pandemia: su autoridad política y moral.
- ¿Cómo podrá decretarlas ahora y exigir su acatamiento? La autoridad sanitaria se ha puesto errática, aparece desorientada, como si hubiese agotado todas sus municiones y no supiera qué más hacer.
- ¿Acaso las fiestas clandestinas, las arrancadas a la playa, los matrimonios y reuniones sociales no deberían ser consideradas parte de la “fatiga pandémica”? Por razones políticas hemos optado por excusar a la población por incumplir las medidas sanitarias y estamos pagando las consecuencias.
- Chile ha sido destacado mundialmente por su capacidad de vacunar a un gran porcentaje de la población en poco tiempo, pero que tiene demasiados contagios. En parte eso se debe a la falacia de que todas las vacunas son iguales, lo que no es efectivo.
- La vacuna Sinovac que predomina en Chile es menos eficiente que otras que también estamos administrando en menor cantidad. El problema fundamental es con la primera dosis Sinovac no ofrece protección alguna y hay varios millones de chilenos en esa situación. Las limitaciones de la vacuna Sinovac deberían transparentarse ante la población para que aprovechemos sus muchos beneficios pero ejerciendo el auto cuidado necesario. Además, porque probablemente es la causa de la mayoría de los contagios.