-Republicanos logró que el 54% de sus enmiendas fueran aprobadas, es decir 64 van al pleno. ¿Pasó la máquina el partido de J.A. Kast?
-Republicanos y Chile Vamos, juntos, pasaron la máquina. A diferencia del proceso anterior, donde la izquierda pasó máquina, con bullying, con cancelación, esta vez Republicanos y Chile Vamos están pasando la aplanadora, pero con buenos modales. De todos modos están imponiendo sus términos. El dato más elocuente es que de las 117 enmiendas presentadas por las izquierdas, solo cinco fueron aprobadas y 112 rechazadas. Y del total de enmiendas que se van a discutir en el pleno, la izquierda tiene un 4%. Si eso no es pasar máquina, yo no sé lo que es pasar en máquina.
-¿Te parece que es un error, pensando en tu experiencia de convencional en el anterior proceso?
-Los mismos que fuimos minoría en la convención anterior reclamamos cuando se nos rechazaba todo, por venir de la derecha. “¡Qué actitud menos democrática está teniendo la izquierda”, decían muchos líderes de derecha. Bueno, eso mismo es lo que acaba de hace el sector al cual pertenezco a nivel de comisiones en el Consejo. Yo espero que en el pleno cambie.
-¿Por qué es una mala estrategia, si son mayoría?
-El mandato de los consejeros es representar a quienes te eligieron. Pero también proponer un texto que sea aprobado. La responsabilidad no es solo imponer tus propios términos. La responsabilidad es generar las condiciones para que haya un texto de consenso que perdure por décadas. Si pasas la máquina, no cumples tu labor.
-¿Es parte del juego democrático defender tus convicciones?
-Claro. Pero además existe otro desafío, otra obligación, tan importante como la primera, que es lograr que se apruebe un texto y que eso nos permita resolver el tema constitucional. Pasando la máquina, ya lo aprendimos, no se cierran los procesos.
-Hay enmiendas bastante polémicas como poner el rodeo en rango constitucional. ¿Qué te parecen a ti ese tipo de normas?
-Aquí hay un conjunto de normas que se aprobaron con los votos de Republicanos y de Chile Vamos que no son propias de un texto constitucional. Por ejemplo, el mismo rodeo, la cueca o liberar de contribuciones a la primera vivienda. Hay un desafío y una responsabilidad, particularmente de Chile Vamos, de llegar a acuerdos amplios.
-¿Chile Vamos ocupa una posición, un lugar que podría ser clave?
-Correcto. Podemos jugar el rol de bisagra, sentarse a la mesa y decir: “mis votos son estratégicos, porque yo podría juntar a las dos puntas”. Sin embargo, hasta ahora Chile Vamos más bien trabajó exclusivamente con Republicanos.
–Después de conseguir la aprobación de un 4% de sus enmiendas, ¿la izquierda está desmoralizada?
-La izquierda, con razón, está pesimista. Después que te pasan la máquina dos semanas, me tocó vivirlo en la Convención, es difícil recuperarse. No solo porque te pasaron la máquina, sino porque emocionalmente no es fácil enfrentar que tus ideas, por el hecho de pertenecer a un sector político, no pueden ser conversadas, no pueden ser discutidas.
Entonces, hay una responsabilidad muy importante de Chile Vamos para poder enmendar el rumbo. Y por supuesto que la izquierda tiene que mostrar disposición y no dar por perdido el partido antes de jugarlo. Ojalá que la izquierda más bien escuche a Michelle Bachelet y no a Gabriel Boric. No se puede tirar la toalla y hay que dar la pelea, como dijo la presidenta Bachelet. A diferencia de lo que dijo el presidente Boric, cuando mostró un desencanto respecto al proceso, dando la sensación de que lo está abandonando. Eso no es responsable políticamente. Todos deben ceder, y es cierto que va a doler, pero vamos a ganar mucho si cerramos este proceso.
-¿Observas cierto populismo en algunas enmiendas?
-Hay enmiendas que son valiosas y son un aporte. Por ejemplo en modernización del Estado y profesionalización del estatuto administrativo. Sin embargo, hay otras que son identitarias o que no son propias de un texto constitucional. Lo dijo el senador Javier Macaya: constitucionalizar las AFP y las isapres es un error.
-¿Has podido calibrar el ambiente interno, comparado con lo que tú viviste? Porque dicen que hay tensión.
-Este proceso es, en muchos sentidos, mejor al anterior. Por de pronto, en términos de relaciones humanas, de respeto, de trato. Hay que decirlo con todas sus letras. Los que tenemos mayoría, las derechas, fueron muy lejos en esta etapa: impusieron muchas enmiendas y llevan al pleno muchas normas propias de un proyecto ideológico, el cual comparto. Pero al mismo tiempo es fundamental hacer una distinción: las constituciones son pactos de convivencia que establecen las instituciones que habilitan el juego democrático. No se imponen visiones normativas ni proyectos ideológicos a nivel constitucional de un sector sobre el otro.
-¿Se retrocede en algunas enmiendas del sistema político?
-El texto de los expertos hacía cambios muy sustantivos al sistema político chileno, que hoy día está bloqueado. Algunas de ellas van al pleno, pero otras no. Por ejemplo, para buscar gobiernos de mayoría, que la segunda vuelta presidencial se alineara con la elección de los parlamentarios. La fuerza que tenía el anteproyecto de los expertos respecto al sistema político ha sido debilitada por las enmiendas.
Muchas personas y académicos que pertenecen al mundo de la derecha piden que el texto sea consensuado. En estricto rigor es un acto de consistencia respecto de lo que dijimos en el proceso anterior: no estaba bien excluir a un sector de la sociedad. No podemos ahora estar haciendo exactamente lo mismo en sentido contrario. Eso es inconsistente. Pero es importante también que la izquierda no se quede cómodamente esperando que la saquen a bailar. La pega es salir a buscar el partido, aunque sea difícil.
-¿Es lo que les pasó a ustedes en la Convención?
-Exactamente. Pero lo intentamos. Hicimos propuestas, hicimos reuniones. Pero no nos pescaron.
-¿Otro rechazo sería impensable?
-En el diagnóstico de una parte de la centroderecha hay una tesis que es muy discutible: esta idea de que vamos a proponer un texto con ideas de derecha y si es rechazado no importa, porque nos quedamos con la Constitución vigente, como si eso fuera un buen subóptimo. Y yo creo que ese es un grave error de diagnóstico, porque la carta actual es muy débil en términos de legitimidad, tiene problemas de funcionamiento.
En la constitución del 80 descansa el sistema político que nos tiene entrampados hace años, que impide que las reformas avancen, que tiene al Congreso fragmentado. Todos sabemos en lo que se ha transformado el parlamento. La confianza de la ciudadanía respecto al actual texto es mínima, no genera adhesión y tenemos la oportunidad de escribi uno que sí lo haga. Mal haría la centro derecha y la derecha de creer que fracasando por segunda vez, el país se va a quedar con un buen texto. Eso no es correcto.
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