-Hace unos 14 años que has venido investigando el tema carcelario. ¿Cuál es tu visión de lo que está pasando ahora en Chile? ¿Hemos avanzado un poco o seguimos igual?
-En el tema carcelario cuesta mucho avanzar. Se tiende a producir una cierta inercia que se mantiene a través del tiempo. No es un tema de un gobierno en particular. Por distintas razones no genera atracción, no genera suficiente interés. Y eso es pésimo para la seguridad. Con el tiempo, el tema solamente se va complejizando y haciendo cada vez más urgente. Porque también los fenómenos criminales que está viviendo el país son crecientemente complejos.
-¿Qué es lo que habría que hacer?
-En Chile no se ha desarrollado bien el concepto de segregación de la infraestructura penal. Los sistemas más desarrollados distinguen entre los centros para reclusos de baja peligrosidad, los de mediana peligrosidad y por último, aquellos de alta peligrosidad. Según estadísticas internacionales, se estima que cerca de un 40%, un 45% de la población penitenciaria son reclusos de baja peligrosidad, personas que no son violentas y no especialmente refractarias a cumplir con las reglas.
-¿En que categoría de delitos caen?
-Una persona que vende marcas de ropa o libros pirateados; o personas involucradas en hurtos, pero no en robos. No necesariamente representan un riesgo ni tienen propensión a la violencia. Una reclusión con reos peligrosos es contraindicada para ellos. Además, tienes que gastar más plata en cárceles que son especialmente seguras y restringidas, cuando en realidad esas personas no requieren de esa infraestructura. No estoy hablando de una cárcel con puertas abiertas, pero deberían estar en cárceles mucho más livianas de construir y mucho más óptimas desde el punto de vista de la convivencia interna.
-¿Son casos en los que es posible la rehabilitación?
-Se pueden implementar buenas políticas de trabajo, preparando a las personas para que después puedan reinsertarse sin mayor traumatismo. Y fundamentalmente, además, evitando el contagio criminal. En Chile lo que tenemos fundamentalmente son todas cárceles de mediana seguridad.
-¿No hay cárceles en Chile para este tipo de reos de menor peligrosidad?
-No. Salvo un sustituto como la Capitán Yáber, donde meten a personas que no representan mucha violencia, por delitos económicos. Pero debiera ser una política mucho más masiva. Y pensada fundamentalmente para ese tipo de reos.
-¿Los reos de mediana peligrosidad son aquellos que pueden caer en redes criminales? ¿Qué porcentaje cabe en ese rango en Chile?
-Son personas más complejas que tienen más riesgos de tener conductas violentas, que exigen más restricción, que exigen terapias más intensivas de rehabilitación. Esa población debe ser de un 30% o un 35%.
-¿Y los integrantes de mafias o bandas de crimen organizado, que proporción tienen?
-Hay un 10% a 15% que en Chile se está haciendo cada vez más acuciante. Que se denominan los reos de alta peligrosidad. Y esos son muy complejos porque son personas completamente refractarias a cualquier terapia, a cualquier rehabilitación. Al revés, siguen delinquiendo desde adentro de la cárcel, arman bandas al interior de los centros penitenciarios y representan un riesgo de contagio criminógeno total para los demás.
-Entendiendo su peligrosidad, la manera en que pueden contaminar o amenazar al resto, ¿son imposibles de rehabilitar?
-Hay que respetar las consideraciones de derechos humanos. Lo primero es que no te generen el efecto de contaminación total de la población penal. Y segundo, que no sigan operando desde la cárcel, manejando sus bandas de manera que es indiferente si están adentro o fuera de ella. En Chile, yo levanté este tema, no porque se me haya ocurrido, sino que buscando asesorías en Estados Unidos y en otras partes. Me empezó a aparecer este sistema de la segmentación de los recintos penitenciarios, de manera bastante evidente y clara.
-Es decir ¿no se puede tener cárceles iguales pensando que todos los reclusos son iguales?
-Por supuesto. Y te agrego un complemento: deberías partir por tener un centro de clasificación y derivación donde la persona que es condenada o sometida a prisión preventiva, debe ser analizada por equipos de especialistas, psicólogos , gente con conocimiento de la realidad criminal, que pudieran someter a la persona a una serie de exámenes y evaluaciones de manera determinar a que cárcel va la persona.
-Con el arribo de bandas criminales, el avance del narco, ¿ese tipo de delincuentes necesitan otro tipo de cárcel de máxima seguridad?
-Hay que hacer una evaluación. Pero el fenómeno que uno ve, es que son personas con un grado de compromiso delictual súper fuerte. Son personas que practican el sicariato, que degollan, es decir malos en serio. Uno pensaría que una buena parte del crimen organizado, de esas bandas que están llegando a Chile, son candidatos bastante obvios a cárceles donde se los tenga especialmente controlados, tanto en lo personal respecto de su terapia de reclusión como también en su influencia criminal dentro y fuera de las rejas. Tienen que ser sumamente restringidos.
-¿El caso de Ecuador es es una alerta para Chile o todavía es muy lejano?
-Es súper difícil predecir porque uno cree que está a una distancia y se puede encontrar más cerca. Lo que sí es evidente, y esto viene pasando hace varios años, es que este fenómeno se nos está yendo de las manos. Cuando todos los días aparecen cadáveres, mueren niños baleados; te das cuenta que la presencia del crimen organizado, del narco, cada vez está avanzando en mayor medida. Y yo me temo que de repente te puedes encontrar con que ya no fuiste capaz de reaccionar.
-¿El gobierno está avanzando en este tema?
-Yo tengo muy buena opinión del ministro de Justicia, pero eso no es aval de nada, respecto de los progresos que se puedan estar haciendo. Lo que sí sé es que cualquier agenda de seguridad que no se haga cargo de la realidad carcelaria, es una agenda súper trunca, súper incompleta. Cuesta que se entienda ese concepto porque se tiende a ver que cualquier inversión en infraestructura carcelaria es como un acto de humanidad respecto de personas que han delinquido y han ofendido a la sociedad. Pero mientras más violencia haya en la cárcel, mayor violencia se genera a posteriori.
-¿Sigue siendo la universidad del crimen, como se ha dicho?
-La mejor forma de transformar a una persona no violenta en un criminal peligroso es sometiéndola a una violencia absurda en una cárcel. Aparte de las consideraciones humanitarias, lo que estás generando ahí adentro es un caldo de cultivo de gente que va a salir y puede salir más violenta. Es evidente que el crimen organizado viene avanzando hace varios años, y todo pareciera indicar que es una tendencia creciente. Se puede llegar a un punto en que sea muy difícil o virtualmente imposible de revertir.
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