Los chilenos se han pronunciado con claridad, tomando por segunda vez una posición contraria a la idea de reemplazar la Constitución vigente. En octubre de 2022 rechazaron un texto de izquierda, en 2023 rechazaron un texto liderado por los partidos de la derecha institucional.
En 1992 el principal asesor de la campaña presidencial de Bill Clinton obligó a imprimir y pegar un cartel con la frase “es la economía, ¡estúpido!”, como un recordatorio clave para el equipo estratégico, enfatizando que éste debía ser el tema principal y prioritario para ganar la elección presidencial. La clase política chilena, hoy debiera imprimir un nuevo cartel: “no era la Constitución, ¡estúpido!”
La noche del 5 de septiembre de 2022, tras el triunfo del Rechazo, muchos chilenos sintieron alivio. Parecía que el país se había liberado de la amenaza que representaba que una propuesta constitucional refundacional, identitaria y radical guiara los destinos de nuestro país.
Pero el alivio duró poco. Paradójicamente, algunos de los líderes del sector que guiaron la campaña del Rechazo en 2022, prematuramente, decidieron habilitar un segundo proceso constitucional. ¿El error? Hacerlo de manera precipitada e inconsulta. Los electores del Rechazo no querían un nuevo proceso. De este modo, los promotores del A favor navegaron siempre a contracorriente de lo que genuinamente su sector anhelaba.
En este nuevo escenario, el país nuevamente entraba en un espiral de incertidumbre, esta vez guiado por los líderes que hace un par de semanas habían sido capaces de despejarla. Meses después, los Republicanos, quienes eran contrarios a cambiar la Constitución, triunfaron en una elección que nunca habrían querido ganar, liderando un espacio destinado a cambiar un texto constitucional que se habían juramentado proteger. Quienes estuvieron por la negativa (Rechazo 2022), hoy iban por la afirmativa (A favor 2023). Todo muy confuso.
Mientras tanto, el Gobierno, tras haber hipotecado la oportunidad de implementar la Constitución de sus amores en octubre de 2022, aprendió la lección. El activismo de Boric durante el plebiscito de septiembre de 2022, jugando al límite de la intervención electoral, terminó transformando esa elección en un referéndum en torno a su gestión, por eso, esta vez, mientras el país atraviesa por cuatro grandes crisis: económica, de seguridad, de gobernabilidad y de corrupción, desaparecieron y abrazaron el mutismo.
Tampoco es que Boric y su sector hayan tenido mucho que decir, porque en estricto rigor, las alternativas para la izquierda eran legitimar la Constitución del 80, la de Jaime Guzmán, reformada en 2005 por Ricardo Lagos o resignarse a firmar e implementar la Constitución de José Antonio Kast. La izquierda, hoy no tiene nada que celebrar, enfrentaron un partido decisivo donde la expectativa máxima era algo así como “ojalá empatar”.
La derecha, en medio de la desesperación, al ver que las cifras de la opción A favor no repuntaban, apeló a múltiples artilugios. Relevó una encuesta de dudosa reputación, con sede en Miami, que tornó más atingente que nunca ese dicho relativo a que hasta un reloj roto es capaz de dar dos veces al día la hora exacta.
Luego, intentó hacer del plebiscito un referéndum en contra de Boric, pero cuando aplicas la misma receta dos veces, generalmente, no funciona, y así fue. Con todo, el resultado para el sector pudo ser peor, finalmente logró situarse en torno a su piso de votación histórica: el 44%. Con la Constitución vigente, más legitimada que nunca. La misma Constitución que defendió hasta antes de esta segunda aventura constitucional.
De este modo, llegamos a la situación actual. El país dio un giro en 360 grados, una vuelta completa para llegar a donde mismo. Pasando por la izquierda, virando a la derecha, de la Tía Pikachu, al Profe Silva; de Elisa Loncon a Beatriz Hevia. Con más de 150 mil millones de pesos dilapidados en ambos procesos, considerando toda la logística electoral y los gastos permanentes y asociados a la Convención Constitucional, Comité de Expertos y Consejo Constitucional. Una auténtica farra. Un total despilfarro, que no deja nada.
Lo que comienza mal, termina mal. El fuego octubrista fue nihilista; era destituyente, no constituyente. Todo lo que toca el fuego, está condenado a terminar convertido en cenizas. Esta vez, los chilenos han vuelto a votar en contra, con la salvedad de que esta vez, ha sido en contra de todos.
La primera intervención del gobierno no solo fue ciega a lo sucedido en la Cámara sino que estuvo caracterizada por una serie de errores técnicos que una reforma como esta no se puede permitir. Si en la Cámara se tramitó completamente sin ningún dato que sustentara la propuesta, en el Senado no se puede permitir […]
El Presidente ha enmudecido. Ni siquiera el formal pésame dirigido a su esposa e hijo de 6 años se ha escuchado. Si no se llega a la verdad, los autores del crimen se sentirán seguros y envalentonados para seguir operando en Chile, quizás ya no contra disidentes venezolanos sino contra periodistas, jueces, fiscales y políticos […]
Fue el diputado Gonzalo Winter quien planteó que el Gobierno de Gabriel Boric carece de una vocación de transformación cultural, sometiéndose a la lógica de los acuerdos. Poniendo nada más ni nada menos que a Javier Milei como referente de un modo de acción política que maximiza idearios. ¿Sorprenden las declaraciones de Winter? No. ¿Sorprende […]
Winter acierta en el diagnóstico, pero no en las causas ni en la responsabilidad que la retórica, de la que tanto abusan, juega en esta situación. Son ellos mismos, más que los medios de comunicación o los gremios, como sugiere el diputado, los responsables de su propio fracaso.
Se ha creado el vergonzoso precedente de que, en territorio chileno, todo es posible. Ello levanta una inmensa interrogante sobre la real capacidad del Estado para defender la soberanía nacional, garantizar la seguridad pública e imponer el respeto a la ley. Son demasiados los signos de vulnerabilidad de Chile.