Hace no tantos años se decía, medio en broma medio en serio, que Ricardo Lagos había sido el presidente de los empresarios. Probablemente la idea salió a flote después de que el sector empresarial se viera desencantado por los pocos guiños que solo cuatro años después, Sebastián Piñera le haría al sector. El punto es que los empresarios no pensaban que Lagos (probablemente por venir de la izquierda) les podría dar tanto, y que Piñera (probablemente por venir de la derecha) les podría dar tan poco.
Por eso, lejos de tratarse de resultados, la denominación se trata de expectativas. No se trata de los resultados porque la verdad es que en los resultados no hay tanta diferencia. De hecho, hasta el final del primer gobierno de Piñera hubo una línea de continuidad muy consistente, donde los gobiernos fueron mucho más complementarios que antagónicos. Solo parece haber habido un quiebre, donde las expectativas se alinearon con los resultados después de eso, a partir del segundo gobierno de Michelle Bachelet y la reforma tributaria de 2014.
Quizás por eso las expectativas de los empresarios eran tan bajas para Boric: pues, por regla general, se esperaba que Boric siguiera la línea más agresiva de Bachelet II que la línea más complaciente de Bachelet I. Claramente, también eran bajas por la propia trayectoria de Boric, que como oposición a todos los gobiernos previos al suyo fue duro con el sector privado. Alguna vez llegó hasta a sugerir que a Angloamerican no solo había que expropiarla, sino que además cobrarle indemnización “por todo lo que se han robado”.
Hoy, a pesar de todo, el Presidente parece estar distanciado de esa idea. Al menos así lo demostró en su exposición en la Enade 2023, en que hasta sacó aplausos del público luego de hablar de conceptos como “equilibrio fiscal”, de “estar dispuesto a buscar acuerdos” y “puntos mínimos comunes”, de querer “promover crecimiento”, del riesgo de “perder inversión”, de la importancia de la cooperación entre “lo público y los privados” y de la estabilidad que permite el “orden y la seguridad”.
El discurso revela varias cosas. Por una parte, confirma que Boric efectivamente está transitando hacia el centro. Al menos parece ser la intención que tiene: dejar atrás la revolución y la refundación, y adoptar la tercera vía centrista y moderada que una vez propuso la Concertación y que recogió la Alianza. El discurso, en ese sentido, es contrario a todo lo que permitió que Boric llegara donde está hoy. Y es, evidentemente, contrario a todo lo que aún sostienen los principios de los propios partidos que sostienen al Presidente en el poder.
Si se leyera el discurso de Boric tras el velo de la ignorancia, sin saber quién lo escribió, sería indistinguible de un discurso de Lagos. Sin, por supuesto, toda la autocrítica que Lagos nunca tuvo que hacer. Pero en todo lo central, es prácticamente indistinguible. El Boric de Enade, como Lagos antes que él, parece no temer a aplicar todo el rigor de la ley para forzar orden y generar crecimiento. El Boric de Enade parece hasta estar más en línea con la idea del “neoliberalismo con rostro humano” que con el proyecto de transformación socialista de Convergencia Social.
¿Es, entonces, Boric el nuevo Presidente de los empresarios?
Depende. El problema es que hay un importante trecho entre el dicho y el hecho. No se puede desmerecer o dudar del mensaje del Presidente solo por aquello, pero es importante entender que nada de lo que dijo en el discurso necesariamente se materializará. Es evidente que el Presidente puede tener toda la intención de moderarse para conseguir resultados, pero nada garantiza que los pueda conseguir. Es más, puede incluso enviar proyectos de ley, conseguir el apoyo de su propio sector, y aún así fracasar en la consecución de resultados.
Por ejemplo, en 2022 Boric comenzó su exposición en Enade delineando su agenda económica de tres puntos: el fomento del crecimiento (15:25), la recuperación de empleos con énfasis en género (16:25), y respeto al medio ambiente (18:58). Allí también el Presidente habló de la alianza público-privada, y allí también los asistentes le aplaudieron. Probablemente quienes entonces se declararon sorprendidos gratamente por el Presidente esperaban que se avanzara en esos tres puntos.
Pero el discurso envejeció mal. En los meses venideros el Presidente no solo pondría todo el peso del Estado tras la paupérrima propuesta refundacional de los constituyentes, sino que también empujaría una reforma tributaria excesivamente partidaria que, de no ser rechazada por el Congreso, le hubiese significado un tremendo costo al sector empresarial y al país. Y si bien sería injusto decir que el Presidente no trató de avanzar en ninguna de las tres áreas prioritarias que anunció en ese primer discurso, ya es claro que no logró nada de lo que esperaba.
Hoy, el Fondo Monetario Internacional proyecta que Chile será el único de 33 países de América Latina que tendrá crecimiento negativo en 2023, la tasa de desempleo solo se ha revisado al alza, especialmente perjudicando a las mujeres, y las constantes inyecciones de recursos al Mepco solo han servido para potenciar el mercado de los combustibles fósiles. En definitiva, ninguna de las tres áreas prioritarias anunciadas en la Enade de 2022 se tradujo a resultados concretos en 2023.
El punto es que la intención no equivale a resultados, y lo que vale son resultados y no intenciones. Para ser el presidente de los empresarios, Boric tendría que tener el apoyo de su coalición para avanzar en todas las materias que se manifiesta abierto a tratar, sobre todo aquellas materias que son controversiales para la izquierda, y que hoy parece apoyar, como todos los asuntos que puedan empoderar a los empresarios frente a los trabajadores en una relación que, desde la coalición oficialista, es vista como un juego de suma cero.
Es correcto que el discurso de Boric en la Enade fue bueno, en tanto el Presidente mostró consistencia con la realidad del país. Y es verdad que fue un avance con respecto al mismo discurso del año anterior. Pero, habría que recordar que sobre la mayoría de las promesas e intenciones que se anunciaron en el primer discurso, no hubo resultado. Por lo mismo, lo prudente este año hubiese sido aplaudir resultados y no intenciones. Y, sobre todo, entender que muchas veces los discursos son solo escritos para el público del momento.
Esto último parece ser el caso, pues luego de que Boric dijera en la mañana que anunciará su propuesta nacional del litio, en la tarde anunció las sesgadas reglas que enmarcarán la iniciativa. Y, a partir de las reacciones de los inversionistas, parece ser una mala idea que no solo margina y limita la acción y los incentivos que puedan tener los empresarios, sino que además parece apuntar directamente a constreñir y a coartar la competitividad que pueda tener la iniciativa en el mercado.
Si el discurso de la Enade 2022 se demoró un año en marchitar, el discurso de la Enade 2023 se demoró un día. Qué duda cabe que a esta altura a Boric le gustaría ser el presidente de los empresarios, pues entiende que solo así puede conseguir resultados. Lamentablemente, eso jamás será posible mientras insista en el doble estándar, de decir una cosa y hacer otra. Si algo logró el Presidente en esta pasada es alimentar la desconfianza en su contra. Después de este patinazo, es evidente que los empresarios pensarán dos veces antes de aplaudirle de nuevo.
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