Agosto 28, 2022

El gobierno post plebiscito: Cómo ganar (algo) habiendo perdido (mucho). Por Cristián Valdivieso

Director de Criteria

Desde hace varias semanas el gobierno ha emprendido frenéticamente la doble tarea de jugársela sin ambages por su opción aprobista y la de esbozar un nuevo camino que permita amortiguar de mejor manera el golpe de una posible derrota. Un camino que evite un knockout equivalente al que sufrió Piñera tras el estallido social.


Una pregunta que ha rondado las conversaciones en torno al proceso constituyente y su eventual prolongación luego del 4/9 es en qué tramo del camino se produjo el punto de quiebre entre la ciudadanía y la Convención Constitucional. Si miramos las encuestas del último año, vemos que es en abril cuando empieza a reflejarse que el rechazo condensa un mayor número de adherentes en relación al apruebo. Es en ese mes donde se refleja el punto de inflexión, marcando una relación entre la desaprobación al desempeño de la Convención y la mayoritaria inclinación a rechazar.

Hipótesis sobre aquello hay muchas. Por ejemplo, que en ese periodo se originan hechos como que el pleno de la Convención aprueba la interrupción del embarazo sin acotar tiempos para aquello, o que la Comisión de Derechos Fundamentales rechaza la iniciativa popular que contaba con la mayor cantidad de votos, “Con mi plata no”.

No sabremos nunca con precisión cuánto incidió cada uno de los acontecimientos en el aumento del rechazo. Es más, posiblemente sea lo menos relevante para entender (y aprender) la crisis de legitimidad que afectó a la Convención, complicando las posteriores posibilidades de aprobar el texto. Como todas las crisis, aquélla que acaeció sobre un apruebo que pocos meses antes parecía imbatible no se explica por un error puntual, sino por la acumulación de errores como granos en una pila de arena que finalmente se desploma.

La reciente detención de Héctor Llaitul permite rememorar como parte del proceso de desplome la petición de liberación de los presos de la revuelta por parte de connotados convencionales al inicio del trabajo constituyente, o hechos más vistosos como el falso diagnóstico de Rojas Vade y un largo etc., que quedará para la historia de este proceso y del cual cada quién tendrá que rendir las cuentas que le correspondan.

Sin embargo, mirado en retrospectiva, posiblemente veremos que el grano de arena terminó de colapsar la supremacía del apruebo fue la repentina pérdida de afecto a un gobierno recién electo, cuyo presidente señaló, en su primer discurso oficial, haberse impuesto acompañar el proceso constituyente y “apoyar decididamente el trabajo de la Convención”, firmando un pacto tácito con el derrotero de la elección del próximo domingo.

Este vínculo indisoluble y recíproco, ha sido confirmado por las encuestas: el mismo mes en que la Convención y el apruebo evidenciaban su peor desempeño, la percepción sobre la conducción del gobierno también mostraba una caída alarmante.

Al gobierno le costó tiempo convencerse que el apruebo arrastraba una herencia negativa de la Convención y que, al mismo tiempo, su creciente desaprobación no sería soporte suficiente para el déficit arrastrado. “Todo es perfectible, pero vamos a llevar adelante ese proceso después del plebiscito” dijo el mandatario en una entrevista el pasado 25 de julio, negándose a siquiera imaginar la idea de un posible triunfo del rechazo.

Hasta que, más tarde que temprano, se convenció, y cinco días después de aquellas declaraciones, como quien llega tarde con la tarea, instó a los partidos oficialistas a llegar a un acuerdo de reformas previo al 4 de septiembre al tiempo que instaló la conversación sobre cómo proceder desde el 5/9 habiendo ganado el rechazo.

Si bien la carrera aún no está corrida, el rechazo pasó a ser un relato totalmente verosímil al interior de la coalición gobernante. No por nada, desde hace varias semanas el gobierno ha emprendido frenéticamente la doble tarea de jugársela sin ambages por su opción aprobista y la de esbozar un nuevo camino que permita amortiguar de mejor manera el golpe de una posible derrota. Un camino que evite un knockout equivalente al que sufrió Piñera tras el estallido social.

Es posible que la dilación en la toma de conciencia sobre la caída del apruebo, y la falta de audacia para haber movido el escenario con un cambio de gabinete profundo acoten las posibilidades de triunfo del apruebo. Sin embargo, aún es factible que algo pueda ganar el Presidente luego de una tremenda derrota política. De hecho, ya ha dejado entrever como posibilidad un nuevo e inesperado relato de gobierno 2.0: “la Constitución del Presidente Boric”.

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