-Quería conversar sobre algunas señales que están pasando con los 50 años del golpe. Por ejemplo, Pinochet tiene su mayor apoyo desde la transición. ¿A qué se debe esto?
-Lo que estamos viviendo es un momento de demanda por más autoridad, incluso con algunas derivas autoritarias. La mirada respecto de la dictadura y de Pinochet en particular ha ido tornándose más positiva. Pero no necesariamente por la figura de Pinochet, sino que por el significado que representa, es decir, de mayor autoridad en el imaginario colectivo. Lo mismo pasa con la dictadura.
-¿A quién favorece este contexto?
-Favorece a quienes hoy día representan de mejor manera el imaginario de poder, la idea de recuperar el orden, el desarrollo económico en el país. La gente observa en el Gobierno una suerte de expresión anárquica que dificulta la construcción de un sentido colectivo del futuro. La inseguridad afecta la posibilidad de la gente de poder planificar su vida más allá de un presente inmediato que se ve muy agobiado y muy espoleado por la crisis económica o por el tema narco.
Al mismo tiempo también se ve una deriva autoritaria, como una manera de encontrar una suerte de relato que permita reentusiasmar a la sociedad con que es posible tener una mejor vida. Al no haber otro relato compartido o no haber claridad respecto de cómo salimos de la dificultad que hay hoy día, empiezan a aparecer las expectativas, incluso ingenuas, en torno a que el autoritarismo se transforme en sí mismo en un relato.
-¿Qué dicen los estudios?
-Hay un estudio que mostró Mori hace un tiempo que muestra que la mejor evaluación de Pinochet desde la democracia es por estos días. Para mi tiene que ver con la falta de un relato compartido respecto de cómo salimos del entuerto en el que estamos. La figura de Pinochet reaparece, más que por Pinochet, porque simboliza un relato autoritario que ha crecido como demanda por una solución mágica posible. Y que ha florecido abonado por el octubrismo.
-¿Una tendencia que crece en contraste con Boric?
-Claro, un contraste, exactamente. Boric, más que la autoridad quiere poner el diálogo, quiere poner la conversación. Además, se demora mucho en tomar decisiones y representa más bien la lógica de alguien que quiere ser cercano y simpático, más que una figura que provea autoridad, que proteja y de orden y seguridad a la población.
-Mariana Aylwin dijo que estamos menos reconciliados ahora que hace 20 o 30 años. ¿Estás de acuerdo?
-Estamos en el escenario de mayor polarización desde la transición. Cuando vienen los 50 años del golpe, no hemos encontrado una declaración conjunta, que era lo que pretendía el presidente Boric. Lo que ha aparecido son distintos relatos respecto de por qué se produjo el golpe. Paradójicamente, cuando Boric pretendía que hubiera un gran acuerdo en torno al por qué y al nunca más, han aparecidos desacuerdos. Se pone un foco también en la responsabilidad que tuvo la izquierda y que tuvo el presidente Allende.
Hasta los 90 el tema estaba puesto en la responsabilidad de la Fuerza Armada, en el papel que tuvo la CIA, en el papel que tuvieron las conspiraciones, la derecha, los medios. Hoy día se ha abierto una ventana para cuestionar a la izquierda y su real vocación democrática.
-¿Ha aumentado la gente que justifica el golpe?
-El tema de la justificación del golpe es algo que siempre ha estado ahí, medio latente. Lo que muestran las encuestas es que el golpe de estado significa fundamentalmente muerte, terror y violación a los derechos humanos. Eso genera bastante consenso en la sociedad. También para algunos grupos significa libertad y es producto del mal gobierno de Allende. El gobierno pretendía que la conmemoración fuera muy relevante, pero la gente siente que nos va a dividir y va a agudizar la polarización.
-La Cámara respaldó la resolución del 22 de agosto del 73, en la cual se acusó a Allende de quebrar la democracia y que fue una excusa que usó la dictadura.
-Eso es un ejemplo paradigmático respecto al nivel de polarización en el que estamos y también de la frivolidad de la clase política para enfrentar este tema.
-Los ex presidentes encararon estas efemérides de formas diferentes. Lagos hablaba más bien de memoria, y Piñera de cómplices pasivos.
-Para los diez años, el tema pasó volado porque sabíamos que el tema dividía y complejizaba. Para los 20 también. Y para los 30, Lagos, el primer presidente socialista de la transición, se atrevió a abrir el tema y logró instalar, a propósito de la memoria, el sufrimiento de las víctimas. Un nunca más respecto de las consecuencias que tuvo el golpe de Estado. Pero Lagos, en su discurso, reniega del análisis de por qué pasó, y dice que pongamos el foco en las víctimas.
-Al apuntar a cómplices pasivos, ¿Piñera fue sorpresivo y molestó a parte de la derecha?
-Alguna gente se enojó, pero en términos sociales ya estaba instalada la idea de cómplices indirectos, que tenían que asumir ciertas responsabilidades. Tampoco se mete necesariamente en discutir las causas del golpe. El punto es que ahora da la impresión de que el Gobierno intentó instalar una suerte de verdad oficial para producir un nunca más no respecto de las consecuencias de un golpe militar, sino que un nunca más respecto del quiebre democrático.
Y lo que nos demuestra el contexto que estamos viviendo hoy día es que no hay ningún consenso social ni político respecto de por qué se produce el quiebre democrático. Ahí es donde está la atención. El Gobierno intentó entrar a un consenso en torno al por qué se produce ese quiebre democrático y no lo ha logrado. Era una pretensión bastante absurda, porque estamos más polarizados que nunca.
-¿Boric se equivocó en buscar un relato común?
-Hay un problema de análisis del contexto social que está viviendo en el país. Si uno lo miraba un poquitito con más distancia, más allá de las expectativas que hubiera podido tener, no era un contexto para buscar un relato común. Hay distintos relatos respecto de las causas y las consecuencias del golpe de Estado.
-¿Y qué va a pasar ahora con esta fecha que según la Cadem tiene un 1% de prioridad en la gente?
-El gobierno cometió un error al involucrarse tan profundamente en esta búsqueda de un relato oficial. Está más bien polarizando y tensionando a la sociedad, dificultando incluso la posibilidad de estar mejor sintonizados de cara al proceso constituyente.
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