“Romeo y Julieta” ha de ser la obra de William Shakespeare más representada en el mundo: en teatro (por supuesto), ballet, ópera (Charles Gounod). Y en cine ¡por cierto!. De las películas, la más premiada es Amor sin Barreras (West Side Story, 1961), a su vez basada en el reverenciado musical de Broadway (estrenado en 1957).
Steven Spielberg fusionó lo mejor de los mundos de Broadway y Hollywood, además de talentos de la música “docta” para su remake de Amor Sin Barreras.
Y no solo conservó el nombre sino que todo en esta producción dialoga con el original de Broadway creado por Leonard Bernstein, Arthur Laurents, Jerome Robbins y Stephen Sondheim.
La historia y sus detalles son los del musical y los de la película de 1961: dos pandillas juveniles irreconciliables, los Jets (estadounidenses anglosajones) y los Sharks (puertorriqueños), se enfrentan en el Nueva York de fines de los 50.
En una ciudad que está en proceso de cambios, en medio de edificios a medio derribar mientras se planifica lo que viene, estos grupos defienden sus territorios respectivos. Con cámaras que descienden, abren los planos y siguen a estos chicos, la película impacta desde las primeras imágenes. Las asombrosas coreografías lucen espléndidas desplegadas en las calles, a veces despejadas, otras entreveradas entre peatones y autos.
Las que son en interiores —como el baile de la escuela o aquella en la Comisaría— deslumbran por igual gracias a bien pensados tiros de cámara, travellings y encuadres, una iluminación imaginativa y un vestuario (en la fiesta) que no solo es un bombardeo visual sino que es funcional a la coreografía.
Es un gozo que envuelve al espectador. ¡Dan ganas de bailar en la butaca! Y de cantar, porque aquellas canciones creadas por esos genios de Broadway están en nuestro imaginario y aquí han sido entregadas a las mejores manos para revitalizarlas sin tocar su esencia.
Todo en Amor sin Barreras transmite emociones, primero en un bombardeo de colores, lucidos movimientos o enternecedoras escenas, y luego en la tensión que se instala cuando se adivina que en paralelo a la alegría sublime del amor adolescente se va gestando la tragedia.
El humor, la felicidad, la energía juvenil y la violencia apenas contenida se mezclan en un carrusel que no se detiene. Hasta que los momentos luminosos y coloridos ceden a las sombras y la opacidad: el odio ha ganado. Los esfuerzos de los representantes de la ley han sido en vano.
En cada uno de estos estadios hay grandiosas secuencias, de aquellas inolvidables, incluso hacia el final, una de las más estremecedora.
El reparto es un acierto: la debutante (en el cine) Rachel Zegler, como María, y Ariana DeBose, como Anita, están descollantes. Rita Moreno, quien fuera Anita en la película de 1961, tiene un rol pequeño pero de gran relevancia. El gran Ansel Elgort, una perfecta elección para Tony, es quien se ve más opacado.
Tras esta historia surge allí ese concepto tan sesentero de la espiral de la violencia; la problemática de las migraciones y la intolerancia racial que nunca habían estado más actuales.
Parecía que este era el momento preciso para revivir Amor sin Barreras.
(Shakespeare ya lo venía diciendo).
¡Muy Buena!
AMOR SIN BARRERAS
(West Side Story)
DÓNDE VER:
Amor sin barreras (West Side Story, 1961).
En Qubitchile
En GooglePlay.
La tragedia de Shakespeare seguida casi con exactitud, con los personajes y lugares indicados.
ROMEO + JULIET (1996)
En Apple TV.
La película sigue los textos de Shakespeare pero traslada los hechos a Verona Beach, a fines de los 90. Las familias que se enfrentan son encabezadas por hombres de negocios turbios. Los enfrentamientos son con armas de fuego, en bencineras y terrenos baldíos. Escena inolvidable: Romeo (Di Caprio) y Julieta (C. Danes) mirándose y conversando mientras giran en torno a una pecera, durante la fiesta en que se conocen.
La prueba de ello es BABY, EL APRENDIZ DEL CRIMEN (Baby Driver), donde luce todo su impresionante talento.Del director inglés Edgar Wright (considerado maestro de la comedia de acción), la película es una mezcla de thriller, policial y drama íntimo. Abunda en persecuciones y carreras en auto, a la vez que se introduce en las relaciones donde se mezclan traiciones, lealtades férreas, ternura, humor.
Todo esto rítmicamente organizado.
Porque es, de una manera insospechada, una película esencialmente musical (no porque los diálogos sean cantados): es que todo está determinado por el iPod que usa el protagonista, Baby (Elgort) y las canciones que elige. El no hace nada en la vida sin eso.
Los movimientos están magníficamente coreografreados: de los autos, las persecuciones, del protagonista cuando camina y prácticamente baila; cuando huye, en auto o corriendo por la ciudad.
Wright nos regala con unos soberbios planos secuencia y las mejores persecuciones en auto que se hayan visto (de las miles que se hayan filmado).
La primera secuencia es electrizante.
Baby (así se hace llamar durante toda la película) es el chofer de una banda que asalta bancos. El jefe es Doc, Kevin Spacey, quien maneja una verdadera industria de los asaltos.
Por flashbacks y racontos, sabemos del triste pasado de Baby. Hoy él vive con un anciano sordomudo e inválido (CJ Jones) -se entienden por señas- que se cuidan mutuamente. Hay afecto ahí.
La banda sonora contiene 43 canciones, muy reconocibles, sobre las que se conversa y comenta. De montaje trepidante como requiere una película de acción pero marcado por el ritmo de la música.
Muy imaginativa y original.
BABY: EL APRENDIZ DEL CRIMEN
(BABY DRIVER).
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