En el vuelo de regreso de su viaje como integrante de la comitiva que acompañó a Gabriel Boric a China, Camila Vallejo, ministra secretaria general de gobierno, confió a los periodistas sus impresiones: “En Chile se plantea que el comunismo trae pobreza, y no hay nada más alejado de eso que el proceso que lidera el PC chino”, dijo, según publicó La Tercera. En su condición de vocera del gobierno, pudo haberse limitado a valorar el avance de las relaciones de Chile con un socio comercial muy importante, pero estimó que debía extraer conclusiones “ideológicas”.
Sus palabras se orientaron a limpiarle la cara a la causa. Lo que había que entender era que el comunismo no siempre produce pobreza, como en Cuba, sino que puede generar riqueza, aunque para valorarlo haya que pasar por alto algunos asuntos metodológicos. Lo que hizo la ministra fue exaltar el capitalismo de Estado, el modelo de lucro consolidado en China…como ejemplo de comunismo. No nos queda sino preguntar qué es, entonces, lo que define al comunismo.
Si se trata de la generación de riqueza y de la posibilidad de expandir el consumo al conjunto de la población, o de garantizar ciertos beneficios sociales a la mayoría, eso puede corresponder a los logros conseguidos por cualquier país que haya alcanzado un determinado nivel que lo hace posible. Singapur o Qatar, por ejemplo. O Japón, o Noruega. Se trata de naciones política y culturalmente muy diversas, pero que en ningún caso podrían calificarse como versiones singulares del comunismo.
¿Qué es, entonces, lo que destaca Camila Vallejo como demostración de que el comunismo no produce necesariamente pobreza? En realidad, China es, según el listado de la revista Forbes de este año, el segundo país con más multimillonarios en el mundo, después de EE.UU. Se trata de personas que tienen un patrimonio superior a 1.000 millones de dólares.
Preguntamos de nuevo: ¿qué hace comunista a China? ¿Cuál es el elemento que, en última instancia, pone al régimen que allí existe en una categoría que la ministra aplaude porque representa el horizonte doctrinario de su partido? Digámoslo de una vez: es el poder ilimitado del Partido Comunista. Ese es el requisito principal. Un partido que monopoliza el poder indefinidamente y no admite que surjan competidores. Se trata del principio sine qua non.
El comunismo se define por la concentración de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y también militar y comunicacional, en las mismas manos. Es ese partido el que controla en China los mecanismos dentro de los cuales opera el sistema de negocios que ha permitido que surjan muchos ricos, y que ha servido al PC para beneficiarse de ello y afianzar su poder absoluto.
En China, no hay derecho a huelga, ni libertad de asociación ni de expresión. Los derechos humanos definidos en la carta de la ONU son violados sistemáticamente. La censura está institucionalizada. Los dirigentes comunistas funcionan como mandarines de este tiempo. Ese es “el proceso que lidera el PC”, dijo la ministra.
Sin proponérselo, ella ha contribuido a despejar las cosas: lo que importa es que gobierne “el partido revolucionario”. Lenin, el padre de la revolución bolchevique de 1917, definió el socialismo en los comienzos como “la electrificación de Rusia, más el poder de los soviets”. La referencia a la electrificación servía para ilustrar la importancia del desarrollo de las fuerzas productivas, pero lo definitorio era el poder de los soviets, los órganos de poder popular a los que los comunistas se las arreglaron para imponer su dominio incontrarrestable.
Los otros partidos, de izquierda incluso, fueron quedando en el camino. Con métodos brutales, se despejó el camino para la dictadura en nombre del proletariado.
Lo dicho por la ministra es transparente: el comunismo de este tiempo está representado por el régimen chino, y el aval es su poder económico. Equivale a decir que corresponde ser modernos y, por lo tanto, no hacerse mala sangre con la desigualdad, la negación de las libertades, los atropellos contra los opositores. En los hechos, es el reconocimiento de que la verdadera ideología es el pragmatismo.
En China existe una oligarquía que ha perfeccionado los métodos para conseguir amigos complacientes en todo el mundo. Gran señor es Don Dinero. A lo mejor, sus simpatizantes chilenos dicen en voz baja que hay cosas de los líderes chinos que no les gustan, pero dan prioridad al hecho de que ellos tienen en sus manos el poder, todo el poder. Lo demás, son detalles.
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