En un seminario organizado por la fundación bacheletista Horizonte Ciudadano, y el centro Rumbo Colectivo, de Revolución Democrática (RD), al que asistieron los líderes de los partidos gobiernistas, la expresidenta Bachelet intervino para criticar a la oposición, aconsejar al gobierno, advertir sobre la amenaza de la ultraderecha e interpretar el resultado del plebiscito. Dijo que era un error concluir que “se había consolidado para siempre la Constitución del 80”. Es evidente que sigue en el centro de la cancha del video, y que parece tener ganas de ser candidata presidencial.
En el voto En Contra confluyeron posturas muy diversas, al punto de que fue el cauce de extremistas de izquierda y extremistas de derecha, pero fue sobre todo la vía de expresión de un enorme fastidio frente a la aventura constituyente. Sin embargo, la izquierda gobernante interpretó los resultados como un triunfo propio. Fue una manifestación más de la tendencia a contarse cuentos, que le sirve para darse ánimo. No ganó absolutamente nada en el plebiscito. Buscó deslegitimar y hundir “la Constitución del 80”, y el balance es desmoralizador: Boric tendrá que seguir gobernando con esa Constitución, y más vale que la respete y la haga respetar. No habrá una Constitución con su firma.
Dentro de 10 meses, corresponderá elegir alcaldes, concejales y gobernadores regionales. Y dentro de 6 meses, serán las primarias de alcaldes y gobernadores. ¿Cómo encararán esas campañas los partidos oficialistas? ¿A quién pondrán los candidatos como acompañante en las fotos? ¿A Boric? ¿A Tohá? Quizás los candidatos comunistas luzcan a Camila Vallejo, dando a entender que es precandidata presidencial, pero el resto, o sea, el PS, el Frente Amplio, el PPD, los radicales y la DC preferirán probablemente parapetarse detrás de la figura de Bachelet. ¿Será buen negocio? No es muy claro, pero ¿qué alternativa tienen?
La eventual candidatura de Bachelet puede ser cuestionada por diversas razones, pero en ningún caso por inconsistente. Ella representa fielmente a este gobierno. Ha estado siempre a su lado, ejerciendo una especie de madrinazgo. A nadie ha escuchado más Boric que a ella. En materia de nombramientos y designaciones, ninguna otra persona ha influido y conseguido tanto. Mucha gente debe sus cargos al aval de la expresidenta. También en TVN.
En rigor, la corriente política que hoy está gobernando tuvo su génesis alrededor de 2013, cuando Michelle Bachelet, después de desempeñarse en ONU Mujeres, regresó a Chile para lanzar su segunda candidatura presidencial. Entonces, dio por terminada la Concertación y formó otro bloque, la Nueva Mayoría, en el que integró el PC. Existía el riesgo de que la Democracia Cristiana no aceptara integrar una misma coalición con el PC, pero a esas alturas, una eventual resistencia demócratacristiana equivalía a quedarse fuera del gobierno, cosa que no iban a permitir los cercanos a Bachelet dentro del partido.
Paralelamente, la exmandataria alentó al naciente Frente Amplio, al que más tarde, ya en La Moneda, le abrió las puertas del ministerio de Educación y le facilitó la llegada a la Cámara de Diputados, como le consta a Giorgio Jackson.
El segundo gobierno de Bachelet buscó diferenciarse de los gobiernos precedentes, y lo consiguió plenamente. Su disposición fue enfrentar a “los poderosos de siempre”, como decía un video difundido por el sitio oficial de La Moneda para defender la reforma tributaria que, como se demostró más tarde, representó un golpe muy duro a la inversión. Fue el revival del viejo izquierdismo, o sea, el encandilamiento estatista como llave del futuro. La vieja y la nueva izquierda se unieron en torno a la ilusión igualitarista, y el resultado fue el comienzo del estancamiento de un país que había progresado de verdad en las décadas anteriores.
En los años de Bachelet II se produjo la ofensiva contra la educación particular subvencionada y en favor de la gratuidad universal en la educación superior. Mientras tanto, no hubo ningún empeño real por mejorar la calidad de la educación pública, en buena medida secuestrada por los intereses del gremio de profesores. Fue la época en que el ministro de Educación proponía quitar los patines a los que iban demasiado rápido.
La huella política más profunda de Bachelet II fue la idea de reemplazar la Constitución que llevaba la firma de Lagos desde 2005. Bachelet hizo suya la consigna fácil de los jóvenes frenteamplistas, que buscaban protagonizar una epopeya contra el dictador muerto y, sobre todo, demostrar que los gobiernos de la Concertación habían traicionado al pueblo. En los hechos, Bachelet alentó desde la Presidencia de la República la campaña por deslegitimar el orden constitucional en el que se sostenía la democracia recuperada. Ya vimos las deplorables consecuencias de esa apuesta suya.
El año pasado, Bachelet apoyó sin vacilar el engendro elaborado por la Convención que controlaron los colectivos identitarios y la izquierda populista. Nunca ha dado explicaciones sobre ello. En más de una ocasión, su ideario constitucional se ha reducido a una especie de feminismo de combate. Ahora, en el segundo proceso, se jugó por el voto En Contra y parece que se siente ganadora. Pero, ¿qué ganó exactamente? Nada. Por el contrario. Fracasó su porfiada obsesión por enterrar la Constitución de los 30 años, la misma que, en dos mandatos, le entregó amplios poderes que no vaciló en usar.
Si decide ser candidata presidencial de nuevo, lo hará dentro de las normas de la misma Constitución con la que gobernó 8 años. ¿Sigue objetando la legitimidad de dicha Constitución? Su eventual campaña no será fácil.
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