Agosto 15, 2022

Reforma de pensiones, ¿la tercera, será la vencida? Por Cristián Valdivieso

Director de Criteria
Crédito: Agencia Uno.

Si el gobierno quiere salir airoso con su reforma previsional deberá tener como telón de fondo a la propuesta las vivencias subjetivas de las personas. No hacerlo, atentaría contra la legitimidad social de la tan anhelada reforma poniendo un signo de interrogación en la posibilidad que, esta vez, la tercera sí sea la vencida.


Dos proyectos de ley para reformar el sistema de pensiones quedaron en el camino entre 2017 y 2020. Este mes, el gobierno del Presidente Boric ingresará un tercer proyecto de acuerdo a lo comprometido por el oficialismo.

La historia nos ha enseñado que las reformas exitosas han combinado bien los objetivos buscados y la mecánica de funcionamiento del sistema con una adecuada sintonía en torno a los valores que la población considera relevantes. Es decir, que, para conseguir el éxito, han necesitado dotarse de alta legitimidad social, tomando en cuenta las subjetividades ciudadanas y la cultura dominante. El debate sobre pensiones es un debate complejo y eminentemente técnico, pero si el gobierno quiere que esta vez la tercera sea la vencida, no debiese alejarse de las percepciones ciudadanas.

Desde la perspectiva mayoritaria, el problema central del sistema previsional actual es la suficiencia: el monto de las pensiones para jubilados y jubiladas no alcanza para cubrir sus necesidades. Es, ante todo, una visión mucho más pragmática que ideológica y, por lo mismo, para que llegue a puerto, la arquitectura de la reforma requerirá abordar los hábitos de las personas, sus motivaciones para ahorrar, los beneficios de cotizar, formalizarse laboralmente, y otra serie de valores arraigados en la cultura chilena.

Así las cosas, la ciudadanía querrá de partida que una reforma les haga sentir un Estado más presente en materia previsional. Un Estado garante de un piso mínimo y progresivo que, mediante impuestos generales, aporte la certeza de una vejez digna.

Un primer peldaño asegurado sobre el cual se esperaría un segundo escalón que valore el esfuerzo personal por capitalizar lo cotizado como ahorro obligatorio. La expectativa que los frutos del trabajo queden reconocidos como capitalización propia ha mostrado un persistente arraigo cultural que, por lo demás, quedó refrendado tras los retiros de fondos previsionales. Pese a ciertas dudas, tras los retiros se confirmó que el dinero estaba y las personas pasaron a sentirlo concretamente como propio. No en vano fue que la iniciativa popular de norma “con mi plata NO” fue la que más firmas consiguió para ser presentada a la Convención Constitucional.

Sin duda es importante que un sistema de seguridad social considere grados de solidaridad para darle sentido a la vida en sociedad y al cuidado conjunto, pero desestimar la importancia que las personas asignan a la capitalización individual puede resultar un disparo en los pies a la necesaria legitimidad social de la tercera reforma que intenta llegar a puerto. Ejemplo de ello es que, en uno de nuestros últimos sondeos, la mayoría de la población (64%) señaló querer que la totalidad de sus futuras cotizaciones vaya por completo a su cuenta de capitalización individual.

Por otra parte, la libertad de elegir dentro de un futuro sistema mixto (público-privado) aparece como otro pilar que las personas esperarían ver reflejado en un nuevo sistema previsional. Una preferencia muy en sintonía con la crisis de confianza generalizada donde la libertad de elección es valorada como vía de escape.  El agobio que levanta la posibilidad de quedar atrapados por el Estado como única opción, similar a lo que hasta ahora ha sido con las AFP ante la falta de opciones públicas para la administración de fondos de prensiones, genera amplia desconfianza, lo que se expresa en que un 71% de las personas quiere poder elegir en cualquier momento quien administra sus cotizaciones.

Y, pese a que el gobierno ha minimizado la relevancia social asignada a la heredabilidad de los fondos, este es un aspecto transversal y mayoritariamente valorado por la población del cuál será difícil desentenderse en la medida que materializa para los trabajadores la propiedad de sus fondos.

Si el gobierno quiere salir airoso con su reforma previsional deberá tener como telón de fondo a la propuesta las vivencias subjetivas de las personas. No hacerlo, atentaría contra la legitimidad social de la tan anhelada reforma poniendo un signo de interrogación en la posibilidad que, esta vez, la tercera sí sea la vencida.

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