Joaquín Fermandois y propuestas sobre Estado: “Suena a niñerías a quienes se les entregó por acto lúdico el destino del país”

Marcelo Soto

Profesor de la USS, UC y presidente de la Academia Chilena de la Historia y del Instituto de Chile, Joaquín Fermandois, cree que con un Estado Regional “se transferirían las facultades reales a redes de poder” y traería al país “el caos y la gradual erosión de su capacidad económica”.


-Max Colodro ha dicho que la salida constitucional al estallido social, fijada en el acuerdo del 15N y respaldada por el Presidente Sebastián Piñera, fue un error histórico. Que era un tema de orden público, no institucional. ¿Comparte ese diagnóstico?

-Se trató de una jugada que pretendía salvar la situación y algo logró. Sucede que la violencia solo amainó en parte y la pandemia, que parecía otorgar un tiempo de calma, con su duración al final minó la fe pública y no precisamente porque la administración Piñera hubiera fallado su gestión de salud. Ocurrió que la constitución se transformó en una especie de amuleto de poderes sobrenaturales para alcanzar el paraíso en la tierra.

-¿Qué papel jugó el oficialismo?

-Hubo además insuficiencia política en La Moneda y errores de campaña de convencionales por parte de la derecha lo que hizo que le faltara el tercio indispensable para una base de negociación responsable por varias partes, que sí logró holgadamente en otras elecciones. Todo ello implicó una estrepitosa derrota que parece haber sellado el destino institucional. Otras elecciones mostraron un panorama diferente; la decisiva fue aquella de mayo con los convencionales, quizás más que la presidencial. Si las cosas se encauzan institucionalmente en torno a una práctica democrática -parece tan difícil- el acuerdo del 15 de noviembre será mirado como un éxito en el largo plazo; de otro modo se le apreciará para muchos como una decisión fatídica.

-Una de las propuestas aprobadas en general en la Convención es la de un estado regional y plurinacional. ¿Cuál es su posición?

-Primero, cualquiera podría decir que hay que ver primero qué significa en la práctica un esquema constitucional de ese tipo. Por ejemplo, ¿qué sentido ha tenido en Bolivia el prurito de la “plurinacionalidad” salvo entregar más sentido cohesivo a la población indígena frente a la mestiza? Pero de nulo resultado me parece que para la república, amén de ser una democracia limitada, como lo probó Evo Morales al echarse al bolsillo su propia constitución y perseguir una tercera reelección bajo esa Carta (o la cuarta en total), podría ser un reguero de palabras, resultado de una ebriedad triunfadora que después sea sometida a una depuración por leyes interpretativas.

Esto, naturalmente, es pura especulación, casi un deseo sin mirar la realidad. De suceder, podría agravar las cosas. Por otro lado, se dice una cosa y se hace la otra. Lo que transpira de la voluntad mayoritaria, en esto con seguros dos tercios de los convencionales, es que poseen una interpretación a la vez confusa -salvo en los comunistas, que creen poseer un juego maestro- y determinada a imponerla como base de la estructura organizativa del país.

-En Chile hubo un corto experimento federal en 1826. Sin embargo no fue exitoso y terminó rechazado por la población. ¿El federalismo no tiene raigambre nacional?

-Todo se ha hecho no solo sin grandes ejemplos dignos de emulación a lo largo del mundo, sino que sin ningún arraigo en la historia de Chile. Una cosa es el eterno vaivén entre centralismo y esfuerzo de descentralización -Francia y Alemania han vivido en esto- y otra es el inventar un país de jauja con todo tipo de instancia en donde cada pequeña comunidad se maneje a sí misma. El problema, ¿cómo se define esa comunidad y qué significa la autonomía?

-¿Hay un quiebre respecto a la tradición del Estado unitario?

-200 años de historia republicana no son pocos como para creer que se pueden modificar de una manera drástica. Y ello ni siquiera tendría lugar dentro de un marco institucional que mantenga algún grado de estabilidad. Porque el cambio está relacionado con la permanencia; de otro modo, no existiría. El Estado nacional estaría situado preferentemente en un sistema unicameral que seguiría el sino de su fundación, el reinvento cotidiano.

-¿De qué manera?

-Total, se sospecha que poco funcionará y seguiría el camino de tantas revoluciones, que tras ese cambio radical no hay más que reafirmación de sus tradiciones ahora desprovistas de su dinámica de evolución. Stalin y Mao al final no fueron más que un zar y un emperador sin la magia y la gracia a ellos adherida; Castro ha devenido en un Batista que duró más tiempo. Quizás no se vaya a parecer a una dictadura totalitaria; en cierto plazo, esta podría llegar por carambola; siempre aguarda a los derrumbes institucionales.

-¿Qué consecuencias podría tener este regionalismo?

-Lo que está seguro es el caos y la gradual erosión de su capacidad económica. En Chile poco se pone el acento que el traslado abrupto de facultades a regiones -¿cuáles serían estas?- no crea pequeñas democracias, sino que se transferirían las facultades reales a redes de poder, cuando no, como varios países de América Latina, a organizaciones delincuenciales o serviles a las mafias. Y para no hablar de la carga que sería para la economía sostener más y más burocracias. Caeríamos en el juego argentino, sin tener las anchas espaldas de nuestros vecinos.  El juego con los nombres.

-¿Por qué?

-Porque a lo mejor no se va a abolir el Senado, pero se le recortarán atribuciones y el poder estará en la de diputados, ahora “cámara popular” frente a la cámara territorial” (antiguo senado), una de las versiones que se propalan. Suena a niñerías a quienes se les entregó por acto lúdico el destino del país. Los cambios de nombres son pura forma; informan en lo más profundo de esa parte de la mentalidad colectiva que ayuda a la cohesión de los países. Escapar de ese abismo no será fácil.

-¿Qué propone como alternativa?

-Mejor sería agregar al “Estado social”, la idea de que las diferencias creadas por la espontaneidad del desarrollo social, que son inevitables, pueden ser compensadas hasta donde se pueda por las políticas públicas; es el complemento del mercado. Claro, esto no suena tan heroico o tendría la resonancia de telenovela, que parece ser el motor que empuja la sensibilidad de una mayoría de los convencionales.

-La norma también define al estado como “intercultural” ¿Es factible?

– ¿Qué significa la “interculturalidad”? Las sociedades humanas se influyen mutuamente, incluso las hostiles entre sí. Ello, desde el origen de los humanos. Es parte inalienable de su identidad. ¿Dónde está el caballero o la dama o quién sea que ha hallado en nuestros días la piedra filosofal que crea esa realidad intercultural?

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