Fuera de los mencionados, de esa inmensa bodega que es Netflix, escogí otros cinco interesantes títulos: algunos los habrán visto y saben que vale la pena revisitarlos; otros puede que a algunos de ustedes se les haya pasado.
Que la ganadora del Oscar 2021 a Mejor Filme Internacional apareciera en Netflix, poco después de la entrega de premios, fue como un regalo caído del cielo.
Another Round es un drama con muchos toques de humor (y unas gotas de tragedia) que escarba en aquello que solemos barrer debajo de la alfombra, pero que inexorablemente emerge en algún momento. Ese es el proceso que filma genialmente Thomas Vinterberg, en un grandioso trabajo de imágenes y encuadres.
Cuatro profesores de secundaria en Dinamarca, tras una cena de celebración en un restorán, deciden probar “la teoría del 0.5% de alcohol”.
De acuerdo a ella, el cuerpo necesitaría ese porcentaje para liberar la creatividad, rendir mejor en el trabajo y estar más desinhibido. Martin (Mads Mikkelsen) y sus tres mejores amigos, Tommy (Thomas Bo Larsen), Nikola (Magnus Millang) y Peter (Lars Ranthe) en realidad están atravesando la crisis de los 40, desde sus distintas vidas ya formadas. Algunos cargando frustraciones y/o sueños rotos; otros, inquietudes sepultadas por la ramplona realidad.
En un país donde el alcoholismo es un tema, la película abre con un rito tradicional, en que un grupo de jóvenes celebran el fin de sus estudios con danzas, cánticos y sobre todo mucha bebida etílica, pasando por plazas, calles, bosques. Luego de esta introducción, la película sigue a estos cuatro maestros mientras van desarrollando su experimento, con un consumo sistemático supuestamente controlado.
Las consecuencias son dramáticamente diferentes para cada cual.
La secuencia final (que cierra con un plano detenido) es de aquellas que pasarán a lo inolvidable del cine. Aunque tiene su lado oscuro, la película no juzga a sus personajes. Es más, el cuarteto genera una empatía indiscutible. Mads Mikkelsen (La Cacería) es asombroso: sin estridencias, su personaje va evidenciando hasta físicamente los cambios que experimenta a lo largo del filme.
ANOTHER ROUND (Druk)
Con la potente, intensa y dramática Dunkerque , Christopher Nolan nos recuerda magistralmente que el cine es imagen y que una película que debería ir al apartado del género bélico puede ser en realidad un relato de suspenso vívido, urgente, desesperado. Y una historia, finalmente, llena de humanidad, nobleza y solidaridad.
Los diálogos son escasos; tampoco abunda ese griterío ensordecedor de las escenas de guerra. Son 106 minutos sin tregua, ni para el espectador, ni para los miles de soldados que en 1940 esperaban en la playa de esa ciudad francesa ser rescatados por la marina británica, mientras los ataques alemanes no cesaban.
Arrinconados por los nazis, los aliados sobrevivientes comienza a llegar a la orilla: frente a la vastedad del océano, un abrumador plano general nos muestra una playa inmensa donde caben varias filas largas de soldados más o menos cerca de un muelle. En el elenco se mezclan dos de los mejores actores que han sobresalido este siglo XXI —Tom Hardy, Mark Rylance—, con otros ya largamente conocidos (Keneth Branagh) y muchos debutantes.
Al narrar una épica que involucró a casi 400 mil personas, Nolan se decide por una película coral porque todas ellas protagonizaron uno de los episodios más trascedentes y singulares de la Segunda Guerra Mundial.
Los personajes se reparten en los tres ejes espaciales en que se va desarrollando la historia, en acciones paralelas: aire, mar y tierra. Hardy, como el piloto de un Spitfire de la RAF que se enfrenta a los aviones de la Luftwasse que bombardean sin pausa; Mark Rylance, como Mr. Dawson, quien junto a su hijo de 19 años forma parte, con su yate, de las embarcaciones civiles que respondieron al llamado del Gobierno y cruzaron el océano para ayudar a buscar a los chicos arrinconados en Dunkerque; en la playa, Tommy y su amigo francés intentando abordar lo que sea para sobrevivir, y el comandante Bolton (Branagh) coordinando en el muelle.
Ellos son los menos anónimos, pero no es suficiente como para saber si estarán entre los que serán salvados. En ese caos controlado pero de conclusión del todo incierta, la distancia entre la vida y la muerte es aleatoria, sorpresiva e irracional.
No saben —no sabemos— qué viene luego. A veces, la hazaña heroica no es más que sobrevivir.
DUNKERKE (Dunkirk)
Rica en imágenes y tomas cuidadosamente pensadas -ya sea captadas en suntuosos y fríos salones o en la naturaleza salvaje en bosques y ríos- La enfermedad del domingo es la historia de un reencuentro, un relato que elude cualquier solución melodramática.
En su mansión de Barcelona, Anabel (Susi Sánchez), casada con un rico empresario, se ocupa de los últimos detalles de un banquete que se realizará en unos momentos más. La reconocida socialicé -una señora algo mayor, de gran estampa y rostro duro- da instrucciones a un batallón de jóvenes contratado/as para servir la mesa. La cena transcurre normalmente, salvo por ciertos detalles solo percibidos por la dueña de casa.
Uno de ellos -una copa de vino servida por error- tiene que ver con la irrupción de Chiara (Bárbara Lennie), una mujer que bordea los 40, muy delgada, seria y de mirada decidida. Cuando se le planta delante, una vez finalizado el evento, a Anabel le cuesta reconocerla. Chiara es su hija, una que dejó abruptamente junto a su padre, cuando era una niña de unos 8 años, en un caserío francés donde alguna vez Anabel vivió antes de convertirse en la dama de alta sociedad que es hoy. Chiara le lanza sin preámbulos su desconcertante petición. No. No quiere dinero. Ni herencias. Ni cariño. “Necesito que pases 10 días conmigo”, le dice imperturbable. Anabel se traslada con Chiara a la cabaña en el bosque desde donde una vez se fue para nunca más volver.
Lo que se supone es un reencuentro madre-hija es virtualmente una historia de misterio, con una atmósfera intimídante, de un suspenso tenue pero sostenido. Por distintos motivos, que más se adivinan que lo que se ahondan, ambas son mujeres con un aparato emocional atrofiado. Salvo permitirnos conocer la verdad de alguna mentira, no sabemos sino hasta el final la respuesta a las dos preguntas que Anabel formula en varios momentos a su hija: “¿por qué estoy aquí?”, “¿qué quieres de mí?”.
¿Qué lleva a una madre a abandonar a su hija, así como así, aparte de todo lo que hemos visto en dramas de distinto (o ningún) espesor artístico? La respuesta aparece en una conversación -de cierto tono cínico- en un café en París y tiene relación con el título del filme. Reflexiones breves sobre memorias estancadas, pulsiones profundas que se vinculan, vivencialmente, a ese sentimiento pedestre de los domingos, a medio camino entre el tedio del día y el stress de la rutina que está por volver.
Bella, áspera, fuerte.
LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO
Una muy singular historia de amor que circula entre las oníricas y delicadas imágenes de una pareja de ciervos en un silencioso bosque -a veces nevado, a veces lleno de verdor- y el realismo crudo y pedestre de un matadero de vacunos en las afueras de Budapest. Allí donde hay que cortar cabezas al ganado, baldear la sangre y donde también hay grises oficinistas almorzando en un casino desangelado, comentando sus problemas domésticos.
En Cuerpo y alma, a la que le sobra belleza y poesía, habla de amores improbables, de seres defectuosos y frágiles. Y tiene humor (y no poco).
Endre (Géza Morcsányi) es el jefe del matadero, un hombre solo, con un brazo paralizado, que no baja de sus oficinas y mira de lejos las bodegas donde se realizan las faenas. Mária (Alexandra Borbély, de fascinante aspecto de cervatillo asustado) es la inspectora de turno del gobierno, a quien le corresponde revisar si la clasificación de la carne corresponde a lo que dicen los envasadores. Aparte que no socializa con nadie -se sienta sola a almorzar, su rostro siempre se muestra inexpresivo e impasible-, Mária es exasperantemente exacta en las mediciones que hace. Inteligente, precisa, capaz de retener con lujo de detalle fechas, números, nombres, pero reactiva a cualquier contacto con otro ser humano, Mária muestra evidentes señas de un síndrome del espectro autista TEA.
Un día, es descubierto el robo de una sustancia para apareamiento de los vacunos y aparece la policía. Quien se dedica a los interrogatorios es una sicóloga, sensual y coqueta un poco por demás. La situación en sí es algo ridícula y risible. La profesional -que no parece muy experta- se muestra incrédula cuando Endre y Mária, por separado, le relatan un mismo sueño. Lo que también resulta sorprendente para ambos. En ese momento sueño y realidad comienzan a conectarse y la metáfora toma cuerpo.
El relato se va acercando a ella, una mujer niña que acude a su sicólogo infantil; que para entender el cotidiano arma escenas con sus playmovil. Y ambos se representan la realidad y se conectan con la vida a través de los sueños. Hay drama, dolor, ternura infinita y humor tras los insólitos intentos de ella, sobre todo, por encajar; en sus actos, pensados muy racionalmente, para activar esa parte suya sensorial que le impide establecer alguna relación. Endre y Mária son dos seres heridos, incompletos en distintos sentidos, que aspiran a una soledad tranquila. Y de pronto vislumbran que quizás puede haber un milagro para ellos.
Bellísima e inspiradora.
EN CUERPO Y ALMA (On Body and Soul/ Teströl és lélekröl)
Ojo: con esta película México preclasificó al Oscar 2022 a Mejor película Internacional (Lista Corta). Y es muy probable (¡ojalá!) que el próximo 8 de febrero la Academia la anuncie entre sus nominadas definitivas.
Esta entrañable y dramática película pone su foco en la violencia de la que son víctima las niñas, aquellas cuya infancia está amenazada en los pueblos rurales en que intentan sobrevivir con sus familias. Estas preadolescentes son las elegidas por los grupos narcos, que las secuestran para su diversión.
La mayor parte del metraje, el filme toma el punto de vista de Ana, quien, a sus 13 años no entiende del todo lo que sucede. Su madre, Rita, está sola: su marido se fue hace dos años con la promesa incumplida de enviarles dinero. Rita sabe que debe extremar los cuidados para evitar que su hija sea víctima de aquello que le ha ocurrido a otras chicas de por ahí. Pero también quiere protegerla del horror de la verdad, para que viva su infancia de la manera más normal posible. Por eso Ana no entiende y se rebela cuando al comienzo la hace cavar una zanja y le enseña a meterse dentro de ella.
Como sus amigas, ella también irá a la peluquería para que le corten su linda y larga caballera con el pretexto de evitar los piojos. Ana y sus amigas juegan, van a la escuela donde un profesor da lo mejor de sí y viven muchos momentos alegres. La amenaza las rodea, mientras sus madres intentan mantener sus vidas en un curso normal.
En el pueblo hay grupos militares custodiando, una misión médica llega a atender las necesidades, unos helicópteros rocían pesticidas para cuidar las cosechas donde varios trabajan, aunque el veneno caiga en medio del camino sobre alguna de las niñas que va camino al colegio. También circulan por los caminos serpenteantes de este luminoso y verde valle caravanas de camionetas negras y se escuchan tiroteos.
La delicadeza de la directora para plasmar la atmósfera de amenaza es encomiable. Porque junto con ello es capaz de transmitir la calidez y los sólidos afectos de una comunidad unida y digna, la alegría de la infancia a pesar de todo, la naturaleza bella cuya paz contrasta con la violencia que traen los hombres con sus armas.
NOCHE DE FUEGO
Netflix: 5 películas para no olvidar (parte 1). Por Ana Josefa Silva
Para saber qué ver en cines y por streaming, no te pierdas el recomendado semanal de Ana Josefa Silva en Ex-Ante.
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