Diciembre 4, 2023

¿Cuándo y cómo se jodió Chile? Por Mario Waissbluth

Ex-Ante

Si queremos salir del hoyo en que estamos, requerimos de nuevos líderes que nos hagan recuperar la estructura normativa, pero de manera más ética y no autoritaria. Necesitamos urgentemente salir del marasmo y la anomia, para mirar el futuro con esperanza.


Amigos del extranjero suelen preguntarme ¿qué pasó con Chile? ¿Cuándo y cómo se jodió? Un ejemplo internacional, que en las primeras dos décadas post dictadura logró reducir la pobreza de 60% a 11%, con crecimiento sostenido, democrático. 60% a 11% en un par de décadas se escribe fácil, pero lograrlo es titánico. El mejor Índice de Desarrollo Humano de América Latina. El mejor ingreso per cápita.

La recaudación de impuestos pasó de 13 a 21%, de un mucho mayor PIB. La cobertura de educación media se hizo casi total, y la de educación superior es una de las más altas de la OCDE aunque ambas, lamentablemente, de mediocre calidad, por mucho que seamos los mejores de esta triste región en el test de PISA.

El único indicador que mejoró muy poco fue el de distribución del ingreso. El 1% más rico de Chile se mantuvo con el 30% del ingreso nacional, aunque una enorme proporción de quienes eran las familias pobres de 1990 se convirtieron en clase media-baja o media-media en 2023.

Pero la curva era ascendente en todo. Veníamos como avión, y la inocente pregunta del 2015 era cuánto tiempo faltaba para que alcanzáramos a Portugal. En 1990 teníamos el 41% de su PIB per cápita, el 2014 ya era el 80%, y de ahí para adelante un suave descenso, a 71% el 2020. Nos estamos quedando en la B, al igual que en nuestro indicador de riesgo país que también empeoró.

Es fácil responder cuándo se jodió la cosa: a partir de 2015 más o menos. Prácticamente todos los indicadores que venían creciendo se comenzaron a achatar, perdieron velocidad. No disminuyeron, pero se ralentizaron, al punto que hoy podríamos decir que así como vamos, no alcanzaremos nunca a Portugal, en nada, no solo en PIB per capita.

La pregunta más compleja es ¿cómo y por qué? No podemos caer en respuestas simplonas o unidimensionales. Que si la Bachelet, que si Piñera, que si el estallido o la pandemia. Fenómenos de este nivel de complejidad requieren de explicaciones más bien sistémicas.

Mi postulado central, comprensivo y multi-explicatorio, es que a Chile lo invadió la cultura de la anomia. Como tengo un ayudante personal de AI, bard.google.com, me facilitó la pega: El término “anomia” fue acuñado por el sociólogo Émile Durkheim en su obra “El Suicidio” (1897). El define la anomia como la “desorganización del sistema de normas y valores y de las formas que regulan la conducta social”. En otras palabras, la anomia se produce cuando la sociedad no proporciona a sus miembros un conjunto de normas y valores claros y coherentes que les permitan orientar su conducta.

A nivel cultural, la anomia puede estar causada por cambios rápidos y profundos en la sociedad, como los que se producen en períodos de transición social o de crisis económica. Estos cambios pueden provocar la ruptura de los antiguos valores y normas, dejando a los individuos sin un marco de referencia claro para orientar su comportamiento. Las causas específicas de la anomia pueden variar según el contexto cultural y social en el que se produce. Sin embargo, algunas de las causas más comunes son las siguientes:

  • Cambios rápidos y profundos en la sociedad.
  • Crisis económica.
  • Desigualdad social.
  • Conflictos sociales.

A nivel individual, la anomia puede provocar una serie de problemas psicológicos, como la ansiedad o la depresión. Para prevenir o curar la anomia, es importante que la sociedad proporcione a sus miembros un conjunto de normas y valores claros y coherentes que les permitan orientar su conducta.

¿Hemos tenido cambios rápidos y profundos, acompañados de problemas económicos y sociales? Claro que sí, y muchos. No menor vendría siendo el cambio en el sistema político el 2016, de binominal a proporcional, que generó el chacreo terminal del sistema político, con N partidos en el Congreso, acompañado además por cuatro años de inestabilidad constitucional, que probablemente continuará gane quien gane el plebiscito.

O bien la masificación de la educación superior en Ues de pésima calidad los últimos 20 años, lo que generó varios millones (sí, millones) de frustrados profesionales con títulos devaluados. O bien la emergencia de las polarizantes redes sociales. Suma y sigue.

Luego, el modelo neoliberal, en su modalidad hiper-extrema Chicago boy, generó en Chile: a) elevadísima segregación urbana, social y educativa, b) desconfianzas interpersonales y grupales derivadas de esta segregación; c) molestia por los reiterados abusos de las colusiones y similares crímenes de cuello blanco; d) inequidad que nunca logró disminuir de manera significativa; y e) sensación de fragilidad económica en vastos sectores de la nueva e incipiente clase media.

Si no tienes platita para tu AFP, para tu Isapre, para tu colegio privado, eres tú y tus hijos los que se joden. Ráscate con tus propias uñas.

Le podemos agregar delincuencia creciente, narcotráfico, inmigración descontrolada, una epidemia de problemas mentales, y deshonestidades generalizadas que van desde el humilde jardinero hasta Luis Hermosilla. Cuando hay anomia, si los demás se saltan la fila, ¿por qué yo no? ¿por qué no pedir factura en lugar de boleta en el restaurant? ¿por qué no evadir todo impuesto posible? ¿por qué dejar de contaminar? ¿por qué dejar de destruir los asientos en el estadio?

En “Tejado de Vidrio” escribí tan temprano como 2015 un detallado recuento del desastre ético del país.

Asimismo, el Estado mantuvo por décadas una gran negligencia respecto a varios problemas cruciales, como a) el abuso infantil y la violencia intrafamiliar; b) las patologías mentales; c) escuelas públicas convertidas en verdaderos guetos de desesperanza aprendida; d) una epidemia de analfabetismo funcional en todas las escuelas, no solo las públicas, e) cárceles atestadas y con elevada reincidencia; f) permisividad respecto a la emergencia de narcos, anarcos y barras bravas. Para la elite política y económica, eran problemas que no querían ver, ni los afectaban mayormente en las cuatro comunas del barrio alto.

Por ende, se formó un ejército potencial de encapuchados a punto de descargar su ira sobre la sociedad. De ahí al estallido social hubo solo un paso, y este conflicto terminó por desestabilizar al país a niveles superiores. Cuando le cuento a amigos foráneos que se quemaron 77 estaciones de Metro en Santiago en un par de semanas, sí, ¡77!, y que se saquearon cientos de supermercados en todo el país, y que balearon cientos de cuarteles policiales, me quedan mirando con ojos como plato. La firme es que La Moneda estuvo a minutos de caer, si no fuera por las Fuerzas Especiales a su alrededor.

Por todo lo anterior, aquí está mi intento de tesis central e integrativa: la constelación de daños y errores políticos, económicos y sociales auto-inferidos por nuestras elites, ha generado en el país la anomia. Repito su definición: la sociedad chilena no está proporcionando a sus miembros un conjunto de normas y valores claros y coherentes que les permitan orientar su conducta.

Por eso nos sentimos todos un poco desolados, otro poco desesperanzados, otro poco deprimidos. Según la encuesta CEP, alrededor de 2010 llegamos a un peak de 49% del país convencido de que “la situación económica del país en el futuro mejorará”, lo cual bajó a un 14% el 2016 y hoy solo está un poco mejor, 22%.

Solo 12% cree hoy que la democracia funciona “bien o muy bien”. Notablemente, a la pregunta “en vez de tanta preocupación por los derechos de las personas, lo que este país necesita es un gobierno firme”, el 32% estuvo de acuerdo o muy de acuerdo en 2016, y hoy es nada menos que 66%. Plop. El país se está “bukelizando”, lo cual es la salida fácil, autoritaria y temible a un problema difícil y complejo. La gente quiere que le pongan y se impongan normas de conducta.

Si queremos salir del hoyo en que estamos, requerimos de nuevos líderes que nos hagan recuperar la estructura normativa, pero de manera más ética y no autoritaria. Necesitamos urgentemente salir del marasmo y la anomia, para mirar el futuro con esperanza.

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