-Jorge Navarrete dijo a Ex-Ante que el proceso fracasó porque no logró consenso. ¿Estás de acuerdo?
-Para nada. Hay mucha gente que dice que cualquiera que sea el resultado el 17 de diciembre es un fracaso, porque no se produjo un acuerdo prácticamente unánime y eso no es realista. La democracia no funciona así. No hay una razón para esperar que una Constitución, que es un texto jurídico que contiene principios, vaya a contar con la unanimidad de todos los sectores sociales y políticos que hay en el país.
-¿Hay cierta ingenuidad en pedir “una que nos una”?
-Es una conversación equivocada. Hacemos un plebiscito, justamente, porque hay diferencias. Nunca un texto constitucional va a agradar a todos los sectores políticos en una sociedad diversa y democrática, donde hay multiplicidad de intereses. La unanimidad no existe.
-Bastaría un voto más para que gane la propuesta, pero ¿no expondría al texto a cuestionamientos?
-Obviamente, mientras mayor sea el respaldo o el rechazo de la Constitución, las cosas son más claras. Pero la democracia se gana cuando se sacan más votos. Así como se pusieron bordes, se pudo haber dicho que para que la Constitución sea ratificada se requerirá equis porcentaje del padrón electoral.
Y eso en algunos países se ha hecho. Por ejemplo el 60%, pero acá no se hizo. Por lo tanto, resulta una inconsecuencia completa y una deslealtad con el sistema democrático salir a argumentar que la Constitución podría no ser legítima porque obtuvo el 51% de los votos.
-La ex presidenta Michelle Bachelet dijo que votaba rechazo porque esta Constitución dividía al país. ¿Qué te parece a ti ese argumento?
-Es un argumento falaz. Primero porque ella fue la cara visible del Apruebo anterior, rechazado por el 62% de los chilenos. Pero ella no tuvo ningún problema en apoyar eso, cuando era evidente que el borrador de la Convención dividía. Tanto o más de lo que se puede presumir que divide el actual.
Es un argumento bastante oportunista, porque en una sociedad pluralista, una Constitución no tiene que ser unánime para unir; tiene que ser aprobada conforme a las reglas de la democracia. La Constitución vigente, la de Lagos/Pinochet, está cuestionada porque se originó en dictadura. Pero fue reformada en democracia.
-¿Tienes decidido cómo vas a votar?
-Voy a votar en blanco. No porque considere que la Constitución no nos une, sino porque a mí no me gusta la parte valórica de la Constitución. Lo lógico es que en vez de usar unas frases rimbombantes como “esta no nos une”, que son vaguedades, conceptos más bien propagandísticos, el debate sano debiera decir “no me gusta por este concepto o este otro”.
Desde ese punto de vista, aquí hay una contradicción que atraviesa la sociedad chilena, que es muy profunda. Entre la izquierda y la derecha hay una valoración distinta de cómo debe estar organizada la sociedad, cuáles son los derechos que deben ser consagrados en la Constitución y cómo se implementan. Y qué participación le cabe al Estado en el desarrollo económico.
-¿Habías votado en blanco alguna vez?
-Voté en blanco cuando fue la elección presidencial entre Kast y Boric. Creo que el voto en blanco es una manera de decir que no me gusta ninguna de las opciones. El texto de la Constitución tiene elementos como la objeción de conciencia, que yo creo que es una amenaza a las leyes que se han dictado contra la discriminación. Porque permite discriminar a las personas que no nos gustan o cuyo estilo de vida no nos parecen correctos.
También tengo reparos respecto del tratamiento que se hace de la familia porque adopta un criterio muy tradicionalista, más bien referido a la familia entre un hombre y una mujer. Y no considera que en la sociedad contemporánea hay otros tipos de familia. Entonces, pienso que el texto que se nos propone no está acorde con la evolución que ha tenido la sociedad chilena en los últimos 30 o 35 años.
-¿La propuesta del Consejo es peor que la Constitución del 80?
-La Constitución del 80 es menos ideológica, con todas las reformas que se le han hecho. Y ha permitido avances en términos de derechos; por ejemplo, el reconocimiento del matrimonio homosexual, el respeto por la diversidad sexual y por las libertades en general, que probablemente sean más complejas de defender al amparo de algunas normas de la Constitución que se está sometiendo a votación. La Constitución vigente es más libertaria y mucho más flexible, a efectos de poder ser modificada.
-Este proceso ya lleva 4 años, ¿qué consecuencias ha tenido?
-Yo nunca fui partidario de que era necesario hacer una nueva Constitución, porque creo que con las reformas que le hizo el Presidente Lagos, sin perjuicio de que se pudieran haber hecho otras reformas posteriores, ha funcionado y no es responsable de los problemas de Chile.
Todo esto de hacer una nueva Constitución formó parte de un ideario que buscaba hacer una revolución estructural en el país. Impulsada naturalmente por sectores de izquierda, y esa es una de las razones por las cuales no hay unanimidad, porque hay un sector del país que no quiere una refundación nacional.
-¿Se agudizó la polarización?
-La sociedad chilena está muy polarizada. Hace cuatro años tuvimos un estallido social. Esa polarización se refleja en el Congreso todos los días y en la discusión constitucional. Es una pésima idea reformar una Constitución a través de una Asamblea Constituyente. Si lo que se pretende es que exista unanimidad, eso no va a ocurrir nunca de ese modo.
Además, está el factor presidencial. Es una verdad del porte de una catedral que la izquierda nunca iba a dar un voto que contribuya a que el próximo gobierno en Chile esté encabezado por el Partido Republicano. Las cosas se mezclaron desde el principio. Y por eso el debate que se está produciendo es un debate muy desleal.
-¿Pero ves el vaso medio vacío o medio lleno?
-Yo veo el vaso medio lleno. Un proceso constitucional, que fue hijo de la violencia y puso en riesgo la estabilidad del gobierno democrático, está terminando en paz. Es una señal de éxito.
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