El plebiscito que el gobierno de Boric no tiene cómo ganar. Por Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante
Sesión del Consejo Constitucional realizada la semana pasada. Foto: Agencia UNO.

Ahora, el oficialismo no sabe cómo actuar frente al plebiscito que tendrá lugar dentro de 7 semanas. Si el proyecto elaborado por el Consejo Constitucional y la Comisión Experta es aprobado, se reafirmará en líneas generales el orden constitucional de la transición, base del progreso de Chile durante 30 años. Boric tendría que firmar ese texto en el momento de promulgarlo, y eso se parecerá, sin duda, a la firma de una rendición. Si el nuevo texto es rechazado, querrá decir que la mayoría del país opta por mantener la Constitución vigente, a la que todos los partidos oficialistas han calificado como la “Constitución de Pinochet”.


El gobierno lleva solo un año y 7 meses de mandato, pero da la impresión de llevar mucho tiempo más debido a la acumulación de gruesos errores y pasos en falso, que ha sido su sello. Cada semana, un nuevo problema autogenerado. En el Encuentro Anual de la Industria, organizado por la Sofofa, Boric criticó a El Mercurio, La Tercera y la Segunda por difundir “malas noticias”, lo que despertó enormes aprensiones acerca de cómo él entiende la libertad de prensa. La Asociación Nacional de la Prensa expresó inmediatamente su repudio, al que se sumaron la Sociedad Interamericana de Prensa y la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias.

Nadie imaginó que este gobierno se iba a descapitalizar a un ritmo tan vertiginoso. La raíz de ello es el diagnóstico sobre la realidad nacional con que el Frente Amplio y el Partido Comunista llegaron a La Moneda. Redentores de un país que no necesitaba redención, creyeron incluso que, si se presentaban como herederos de la Unidad Popular, iban a ser aplaudidos por la mayoría. Como si hubiera sido parte de un plan para “enterrar el neoliberalismo”, Boric y sus colaboradores desalentaron la inversión y deprimieron la economía. ¡Lograron el “decrecimiento” que pedían los colectivos de la Convención!

Boric sobrevivió a la abrumadora derrota del 4 de septiembre de 2022 porque la institucionalidad se lo permitió. Lo salvó la Constitución vigente, pero no parece haber adquirido conciencia de ello. Tendría que haber actuado con cierta modestia y sentido de los límites, pero no lo hizo. Sin el auxilio de algunos exconcertacionistas, su gobierno estaría mucho peor, pero ni con eso le alcanza. Por ejemplo, no es claro lo que representa hoy Mario Marcel como ministro de Hacienda. ¿Atajar goles, quizás? ¿Y basta con eso?

En este contexto, el desenlace del segundo proceso constituyente va tomando el aspecto de pura pérdida para las fuerzas oficialistas. Se podría decir que, cualquiera que sea el resultado, ya perdieron. Se quedaron sin discurso respecto de un asunto que levantaron como la primera de las “transformaciones estructurales” que llevarían a cabo. Todos sabemos que el proyecto refundacional de la Convención les llenaba el gusto a Boric y a quienes, como la expresidenta Bachelet, apostaron a ojos cerrados por su aprobación.

Probablemente mal aconsejado, Boric no se dio tiempo para reflexionar sobre las razones del rechazo al proyecto de la Convención, que fue también una contundente muestra de desaprobación a su gobierno. Se ilusionó con que un segundo proceso constituyente borraría su derrota y le permitiría cobrarse revancha. Se equivocó en toda la línea. La votación del 7 de mayo confirmó que el mapa político había cambiado drásticamente en solo un año y que, como consecuencia de ello, su gobierno navegaba contra la corriente.

Ahora, el oficialismo no sabe cómo actuar frente al plebiscito que tendrá lugar dentro de 7 semanas. Si el proyecto elaborado por el Consejo Constitucional y la Comisión Experta es aprobado, se reafirmará en líneas generales el orden constitucional de la transición, base del progreso de Chile durante 30 años. Será un espaldarazo a la democracia liberal que la izquierda gobernante buscó desmantelar. Boric tendría que firmar ese texto en el momento de promulgarlo, y eso se parecerá, sin duda, a la firma de una rendición.

Si el nuevo texto es rechazado, querrá decir que la mayoría del país opta por mantener la Constitución vigente, a la que todos los partidos oficialistas han calificado como la “Constitución de Pinochet”. O sea, la Constitución que permitió que, de los ocho gobiernos elegidos entre 1989 y 2021, ¡seis hayan contado con la participación del PS, el PPD, la DC y los radicales, y dos de estos con la participación del Partido Comunista!

Ninguno de esos partidos ha dado una mínima explicación al expresidente Ricardo Lagos por haber desdeñado el valor de su firma en la actual Constitución. Debería caérseles la cara de vergüenza por haber aplicado la vieja receta totalitaria: “mentir, mentir, que algo queda”.

Respecto del orden constitucional, los partidos gobiernistas actuaron con descaro populista a partir del segundo gobierno de Bachelet. La Constitución fue un pretexto para agitar las aguas y conseguir mayor poder. Y aprovecharon el intento golpista de 2019 para crear un cuadro de crisis que les permitiera pescar a río revuelto. Llegaron a La Moneda, es cierto, pero ahí los tenemos, confundidos e incompetentes, mientras el Ministerio Público investiga los casos de corrupción.

Atrapados en su propia trampa, ahora buscan alguna excusa para oponerse al nuevo proyecto de Constitución, pero solo consiguen balbucear consignas generales. Para su desgracia, están contribuyendo a crear un escenario político en el que, de una u otra manera, el plebiscito va adquiriendo el carácter de una nueva confrontación entre quienes aprueban y quienes desaprueban la gestión de Boric. Con la información disponible, los electores se orientan a votar a favor o en contra del gobierno.

Es hora de cerrar la aventura constituyente que fue impuesta hace 4 años del modo “social” que todos vimos, y que solo trajo desorden, demagogia e incertidumbre a la vida nacional. El nuevo proyecto de Constitución cumple adecuadamente con las exigencias de una democracia moderna, y merece el apoyo de los ciudadanos.

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