Septiembre 4, 2023

Alfredo Jocelyn-Holt y los 50 años del golpe: “Del gobierno cabe anticipar una suerte de circo pobre para estos días que vienen”

Marcelo Soto

El historiador y académico Alfredo Jocelyn Holt, autor de una Historia de Chile, que lleva tres tomos, y de La Escuela Tomada, que se adelantó a muchos fenómenos actuales, cree que la propuesta de Boric y el gobierno sobre las cinco décadas del once es pobre e improvisada. Piensa que se contentaron “con el típico victimismo comunista cada vez más trillado, patético y lúgubre”.


 -¿Qué opinas de la forma en que el presidente Boric ha actuado en relación a los 50 años del golpe?

-El oficialismo, como todo lo de este gobierno, se caracteriza por ser incompetente o errático, y, hasta aquí, al menos, cabe anticipar una suerte de circo pobre para estos días que vienen; ni siquiera van a armar un acto multitudinario en la Alameda. La conmemoración del golpe llama la atención por lo improvisada, poco clara, desde un inicio. Comenzaron anunciando que querían centrarse en la triada “Memoria, Democracia y Futuro”.

Una manera de evitar hacerse cargo de por qué la UP fracasó, se llegó al golpe, y el “Pueblo” no defendió a su gobierno. La historia no puede importarles menos. De ahí que se contentaran con el típico victimismo comunista cada vez más trillado, patético y lúgubre. Ni que fuese liturgia funeraria. Ahora, una izquierda que le da la espalda a la historia es un extraño fenómeno.

-La revista The Economist afirmó que el presidente Boric es un “fan” de Salvador Allende. ¿Estás de acuerdo? ¿A qué lo atribuyes?

-Obviamente, él es adicto a las redes sociales, y es de los que expresa sus supuestas convicciones mediante simplificaciones burdas de “me gusta/me carga”. Supongo que a eso apunta la calificación de “fan”, hincha o entusiasta que hace The Economist. Ahora bien, no es descartable que un joven Boric se topara con la portada aquella del número especial del semanario The Clinic del 2003 en que aparece Allende en calidad de “Compañero Superstar” con rayos detrás, convertido en ícono pop. Por aquel entonces debe haber tenido unos 17 años.

Menciono este hito periodístico porque, hasta antes, Allende era desdeñado por la izquierda: estaban en otra, “renovándose”. Si fue ese el caso, es posible que su fanatismo mitificante se deba a resabios adolescentes poco trabajados intelectual e ideológicamente después.

-¿Piensas que en este aniversario ha habido una discusión más a fondo sobre la Unidad Popular, como sostiene Ascanio Cavallo?

-Para nada. Lo que ha habido es un intento de comunistas, como ya dije, de que no se discuta sobre la UP y el golpe en términos históricos. Ambas derrotas son difíciles de justificar, más aún cuando de nuevo son gobierno. Por su parte, los ex-concertacionistas socialistas y uno que otro DC (todavía militante, o ya no, aunque una vez DC, se es siempre DC), están abocados a que no se les culpe por la transición consensuada con la derecha que desemboca en el 18 de Octubre.

De ahí que también anulen a la UP y al “11” como temas históricos abiertos a otras interpretaciones y discusión; hagan extrañas piruetas retóricas para instalar la imagen de que Allende era respetuoso de la institucionalidad, y que Aylwin era igual de conciliador entonces que en los años 90. Ambos, “hombres buenos”, mandados a hacer para tomarse un whisky juntos. Una pena, por lo mismo, que no se hayan entendido, dicen.

-¿Era posible que fructificara el diálogo entre la UP y la DC?

-Si hubiesen congeniado se habría producido una conjunción de astros como sucedió en 1988, y habrían presidido un futuro democrático esplendoroso de “treinta años”, que debiera recordarnos procesos recientes. Lamentablemente, siempre hay “malos”—los hubo entonces y los hay ahora—que han impedido que estas buenas intenciones prosperen.

Por ahí más bien ha girado la supuesta “discusión” de que habla Ascanio Cavallo sobre los 50 años. Llevada a cabo en la prensa escrita y televisiva, no en círculos intelectuales, o a partir de una gran producción de nuevos escritos. Ninguna tesis audaz con alto vuelo interpretativo, equivalente a las de Alberto Edwards o Mario Góngora ha surgido. Aún falta también que aparezca una gran novela que retrate el período.

-¿Echas de menos una visión crítica?

-No he visto participar en esta supuesta “discusión” a Julio Pinto, José Bengoa, María Angélica Illanes, Mario Garcés, Jorge Magasich, Verónica Valdivia; no suficientemente tampoco a Sofía Correa, Tanya Harmer y a Gabriel Salazar; otro tanto, a historiadores favorables al golpe. De las 80 actividades que se han programado en la Universidad de Chile nada memorable intelectualmente va a salir de ahí. En fin, posturas apologéticas preocupadas más con el presente que con el pasado han estado predominando, con no poco propósito publicitario y estratégico comunicacional que Ascanio, por lo demás, conoce muy bien.

-¿Crees que el golpe de 1973 era inevitable?

-En primer lugar, trato de “creer” lo menos posible, e intento pensar en voz alta en conjunto con personas que puede que tengan impresiones distintas a las mías. Suelo hacerlo a diario en clase con estudiantes. Es la única manera que disponemos a fin de entendernos sobre temas espinudos.

Segundo: suponer que el golpe del 1973 era inevitable significa que fue fatal, estaba determinado que se produjera, era un hecho necesario en el sentido de que “no pudo no ser sino así”; en el fondo, el golpe habría sido producto del destino. Ante lo cual, la historia como disciplina intelectual y manera de pensar no sirve de nada. Sigue uno esta línea y da lo mismo intercambiar pareceres, ofrecer interpretaciones, formular tesis y contra-tesis, falsear argumentos, intentar persuadirnos unos a otros sosteniendo posturas distintas.

De hecho, se prefiere que nos enfrentemos en tanto “bandos” fundamentalistas opuestos, porque así todo es más simple de transmitir, y se rehúyen responsabilidades.

-Según la encuesta Mori, ahora un 42% piensa que el golpe de 1973 destruyó la democracia y un 36% que liberó a Chile del marxismo. En comparación con 68% y 19%, respectivamente, el 2006. ¿A qué atribuyes ese contraste?

-Si pensara que las encuestas pueden llegar a explicar cambios o constantes en una sociedad estaría hablando como cientista político o sociólogo que no lo soy. Análisis de ese tipo suponen variables, mediciones, y lógicas que, en tanto historiador, no comparto su validez; resultan en exceso parciales.

Una explicación histórica de verdad sobre estas volteretas, en cambio, podría ir por el lado de que se producen revisionismos, giros inducidos, habiendo maneras de cambiar el tenor mainstream en una sociedad mediante publicidad, por ejemplo; publicidad con su cuota de engaños, fingimientos, propaganda, o fake news que es como catalogamos el fenómeno hoy en día. Pasa con tendencias de mercado, también con elecciones políticas, y, por supuesto, con arremetidas ideológicas generadas por medios de comunicación y agencias publicitarias a veces coludidos.

-Allende en su último discurso apeló al pueblo y al destino histórico.

-No soy de los que piensan que las sociedades tengan una voluntad propia, colectiva, en sentido rousseauniano. Si existiera una “voluntad general”, tendríamos que concluir que el pueblo chileno es ciclotímico, esquizofrénico, veleidoso, sin columna vertebral, y no confiable.

Ocasionalmente, a uno le entran dudas en esa línea, pero por qué no sospechar mejor, que hay gente detrás, muy hábil, que merece ser denunciada por cómo condiciona y acota la discusión a fin de obtener beneficios ideológicos. Pienso en gobiernos, medios de comunicación, corrientes partidistas, think tanks, e intelectuales orgánicos a sueldo, para quienes las encuestas les son muy útiles. Como trabajo en análisis de elites, este ángulo resulta bastante más iluminador.

-De todos los libros sobre el Golpe, recientes y antiguos, cuáles recomendarías y por qué.

-Los historiadores dependemos de múltiples fuentes, no sólo de libros, y, entre estos, cualquier tipo de libros, las más de las veces de mala o regular calidad, como los académicos, y aun cuando suelen ser aburridísimos, contienen alguna información, o representan un punto de vista interesado clave. Por tanto, recomendaría intentar leer todo lo que se ha publicado durante estas cinco décadas, y para eso se requiere ir a bibliotecas versadas o disponer idealmente de una personal, ambas muy raras en Chile.

-¿Qué títulos destacas?

-Los estudios verdaderamente excelentes son escasísimos, tratan aspectos puntuales, o lo son porque abordan ángulos originales. Entre estos últimos recomendaría el libro de Peter Winn, Tejedores de la revolución (1986) sobre la toma y eventual expropiación de la fábrica Yarur que analiza cómo “desde abajo”, desde las bases sindicales mismas de los trabajadores, se frustraron las intenciones del gobierno respecto a Yarur, lo que dice mucho acerca de los problemas de la UP. Pienso que sigue siendo el mejor texto sobre el período.

Recientemente, recomendé en una columna de La Tercera el libro de Guillermo Tejeda, Allende, la señora Lucía y Yo (2002), por la irreverencia de estas memorias sobre la UP, el golpe y la dictadura posterior. Al igual que con Winn, la crítica de Tejeda a la UP viene desde la izquierda. En su caso, el humor inteligente es además una manera de sobrellevar el indesmentible dolor de tener que reconocer la derrota.

-Uno de los debates que se arrastran desde hace años es si el gobierno de la UP se condujo en forma democrática. ¿Cuál es tu posición?

-Todo depende de cómo definimos el término democracia. Según como sea, se puede elegir la tesis más afín a los propios prejuicios o sesgos. Aconsejo evitar, por tanto, el concepto mismo. Es ambiguo, equívoco, y más lo que enreda que aclara, como cuando se hablaba de la República Democrática Alemana, o todavía hoy al referirnos a Cuba o a China comunista en cuanto tales.

Para los socialistas democráticos de los años 70, a los que no hay que confundir con el “socialismo democrático” de ahora último en Chile, Allende figuraba como aliado al bando comunista, conforme a la línea de Moscú, por cierto democrática no liberal, incluso proponiendo una “vía chilena al socialismo”, de igual manera que en su momento por razones estratégicas, no por convicción, el comunismo apoyó a los frente populares de España, Francia y Chile.

-¿Se puede ser marxista y a la vez demócrata?

-Si uno fuera un partidario de Allende pero castrista, el “compañero” vendría a ser presidente de no todos los chilenos, sino de sólo algunos, habiendo estado siempre con el “Pueblo”. Marx y Engels, en el Manifiesto comunista, no usan la voz “Pueblo”, justamente porque resulta dudosa, que lo es. Por su parte, Fidel abusaba del término, porque fue formado por jesuitas y esa gente da origen al populismo de izquierda de entonces, y lo fomenta todavía hoy, como lo sostiene últimamente Loris Zanatta.

 -¿Qué preguntas respecto de la UP y del Golpe todavía faltan por responder?

-Son muchísimas, quizás infinitas, las preguntas que hace rato están sobre la mesa y que no se las responde porque son incomodas para la izquierda. Basta mencionar una pocas que me interesan sobremanera para entender la historia del Chile contemporáneo en un contexto más amplio de lo que normalmente se trata.

Por ejemplo, ¿qué tan radical fue la UP, más allá de que subió el volumen, si casi todo lo que se planteó e hizo en los tres años de gobierno lo propuso la DC originalmente el 64? ¿Por qué no se admite que la UP estaba condenada a fracasar?

-¿Qué papel jugó el modelo cubano?

-Aunque no existan los destinos fatales, sucede que Moscú después de la crisis de los misiles, concedió que no habría una segunda Cuba, La Habana era de no fiar, y la URSS simplemente no podía volver a sustentar económicamente una aventura de esa índole. De ahí que Moscú apoyara más fuertemente a Velasco Alvarado del Perú que a Allende.

¿Por qué no se admite también que desde el 68 mundial, a raíz del quiebre interno de las izquierdas y el surgimiento de la Nueva Izquierda, crítica de la línea moscovita, la revolución en clave bolchevique ha estado condicionada a sucumbir más temprano que tarde? El 89 lo confirmó. Así las cosas, ¿por qué hemos de seguir, todavía hoy, en este país creyendo en dos modelos de izquierdas agotados: el comunismo y el castrismo?

-¿Ves algún paralelo entre la situación actual del país y la de la UP?

-Veo muchos paralelos pero no sólo respecto a la UP, también en relación al centro-excéntrico político o lo que queda de éste, y a la derecha, por la continuidad y transversalidad de procesos anacrónicos aún vigentes. El enfrentamiento que dio origen al proceso revolucionario en Chile en la década de los 60 con aval de los EEUU y el Vaticano –para  oponerse al modelo de Cuba, haciendo una revolución propia en su contra– hizo que en ambos polos se funcionara con lógicas simétricas, tanto revolucionarias como contrarrevolucionarias, que con el correr del tiempo darán lo mismo en qué dirección viceversa se orientan.

Ese empantanamiento no nos ha liberado de la mentalidad rabiosa, revanchista, dejándonos vivir en paz. Si hasta la derecha llegó a tener más éxito con el neoliberalismo y el modelo constitucional autoritario planteándolo en iguales términos.

-¿De dónde viene esta disputa a dos bandos?

-Este empate viene de los 60, pero también se confunde con la llamada “eterna crisis” chilena previa, siempre irresoluta, remontable a conflictos de fines del XIX, la guerra del 91, y al hábil uso dialéctico, clasificando todo en términos contrapuestos de “ricos y pobres”, que le imprimen los comunistas, desde Luis Emilio Recabarren en 1910, antes de que apareciera Lenin por estos lados.

He ahí pues el “destino manifiesto” elegido para marcar nuestro devenir histórico contemporáneo: eterna crisis, o sucesión de crisis irresolutas, empantanamientos prolongados, un país dividido en bandos antinómicos, convencidos que éste es nuestro curso inevitable. Cuestión absurda, porque no existen las fatalidades, salvo entre quienes así lo creen haciendo que a la historia se la haga repetir una y otra vez. Chile, por lo mismo, se ha convertido en un disco rayado que gira en bandas desde hace más de 100 años. Insólito para un país que durante el siglo XIX tuvo un grupo dirigente político lúcido, culto, pragmático, y preparado, como pocos en este continente.

-¿Qué opinas de la evolución de la derecha respecto del Golpe y las violaciones a los DDHH posteriores?

-La sola idea de una derecha que “evoluciona” me hace prender toda suerte de alarmas, y me temo que me advierte que quienes ponen el asunto en estos términos, obviamente no son de derecha, y si lo son, comparten los complejos de evopolistas o de amarillos obsesos con ser amarillos.

-Hace 10 años, el presidente Piñera dijo que “hubo muchos que no hicieron nada o no quisieron saber”.

-Típico de esta derecha “evolucionada” sería el piñerismo interesado, por ejemplo, en querer meter en un mismo saco al resto de la derecha, denominándolos “cómplices pasivos”. ¿Cómplices el 50 o más por ciento del electorado nacional actual, y probablemente durante la dictadura cifras aún mayores? Y todo esto ¿porque Piñera podrá ser capitalista, y podrá haberse hecho rico con las lógicas neoliberales debidas a la dictadura, pero votó “NO” el 88, por tanto se salva?

Si eso es ser “evolucionado” y arrepentido, también debiera serlo el que se confiesa de sus pecados y se le ve aparatosamente comulgando en misa. Volvemos a lo que decíamos ya antes, no basta con meros buenos propósitos. Por último, qué cuento es éste, la izquierda tampoco es que “evolucione” respecto a Cuba, Venezuela, Corea del Norte, y a estallidos de violencia popular como el 18 de Octubre entre nosotros. En todos estos casos se les sigue justificando.

-¿Como ves el fenómeno del crecimiento de Republicanos?

-Ya he dicho que los fenómenos electorales, al igual que las encuestas, no me impresionan. Lo que ha sucedido con el proceso y tema constitucional —Convención, Comisión Experta, Consejo Constitucional en que ahora los republicanos tienen mayoría— está aún por verse como concluye, pudiendo terminar de nuevo en rechazo.

Nadie tiene asegurado el futuro por esta última vía. En concreto, los republicanos me parecen ser parte del fenómeno populista latinoamericano, al igual que este gobierno del Frente Amplio, dicho de paso. Entiendo el populismo actual, cualquiera sea su tinte, como también revolucionario, con la particularidad de que no osa decir su nombre.

-¿Se puede hablar de una corriente populista?

-Ernesto Laclau lo deja muy en claro al hablar de la ambigüedad convergente. Es que las revoluciones desde el 68 mundial se han desprestigiado, tienen yeta, y cualquiera puede hacer una revolución, llámese Pinochet, economistas de Chicago, Thatcher, Reagan, o la marca de turno que quiera lanzar un nuevo “producto”, ya sea político, automotriz o tecnológico. Consumidores posibles hay para todos los gustos.

Independientemente de lo anterior, conozco y estimo a algunos pocos republicanos, o a los que sospecho republicanos, gente muy capaz y conservadores, aspecto este último que confieso me atrae. Este país necesita de un renacer conservador, ojalá decente, que deje atrás su pasado “momio derechista”. Con todo, por lo general, el Partido Republicano está todavía “en rodaje”, manejado vaya a saber uno por quién. En este otro sentido, sus militantes son un tiro al aire.

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