Tenemos que estar plenamente conscientes de que no podemos predecir el futuro. Nunca hemos podido y nunca vamos a poder. La incertidumbre es, por tanto, parte de la ecuación a la hora de tomar decisiones de inversión. Estamos en tiempos particularmente difíciles de anticipar y es hora de que seamos conscientes al respecto.
La alta inflación es un factor clave a considerar, porque obliga a los bancos centrales a subir tasas y a enfrentar consecuencias económicas que llegan con un retraso importante y en una magnitud difícil de cuantificar. Siempre está la duda de si se ha hecho lo suficiente, porque la política monetaria no es una ciencia exacta, tiene mucho de prueba y error (quizás demasiado de error). El problema además, es que cuando la inflación está alta por mucho tiempo se vuelve especialmente incierta. Muta con facilidad e influyen en su comportamiento decisiones de consumidores y empresas que son difícil de incorporar en los modelos. Si ya es difícil proyectar variables económicas, en un periodo de alta inflación se vuelve potencialmente imposible.
Evidencia palpable de la alta incertidumbre imperante la podemos encontrar en el “Dot Plot” dado a conocer por la FED en la última reunión. Los partícipes del comité mostraron diferencias astronómicas en sus proyecciones de tasas para éste y los próximos años, reflejo del abanico de opciones que éstos y sus equipos barajan para la economía. Para el 2025, por ejemplo, las proyecciones van desde un 2,4% a un 5,6%, dos mundos completamente diferentes.
Demás está decir que la alta incertidumbre debiera ser evidente para el mercado. Al igual que los bancos centrales, el consenso ha estado consistentemente equivocado en sus proyecciones macroeconómicas los últimos 2 o 3 años. Si bien se anticipó correctamente el peak en la inflación, el mercado llevaba más de 1 año esperando este evento (hasta que finalmente sucedió). Además, el comportamiento de la inflación a posteriori no ha coincidido con lo esperado. De alguna forma el mercado ha estado en lo correcto por las razones incorrectas.
A pesar de lo anterior, la confianza del mercado en su capacidad de proyección macroeconómica parece estar en máximos. El culpable del exceso de confianza puede estar en el buen retorno que han tenido los activos de riesgo. El proceso desinflacionario y la resiliencia económica, así como la confianza en que la FED reducirá tasas pronto han permitido que el rally cuente con un relato macroeconómico optimista. Éste relato no es el que realmente explica el rally, sino la liquidez del sistema, por lo que la debilidad evidente del relato no ha tenido impactos en bolsa. Por el contrario, las acciones han logrado continuar subiendo, llevando a dar aún más credibilidad a un relato lleno inconsistencias.
Aunque las razones para confiar en una continuación del rally son de naturaleza táctica, la apuesta del mercado por un desarrollo macroeconómico benévolo es evidente. El mercado proyecta que las utilidades volverán a crecer a partir del tercer trimestre de este año, para que durante el cuarto lo hagan más de 8% YoY y terminen el 2024 con más de un 12% de crecimiento. Para que algo así sea posible la FED deberá apoyar el crecimiento económico con bajas de tasas, lo que sólo es posible si la inflación no sólo converge, sino que se mantiene estable. No sólo es discutible que el crecimiento y la inflación se desarrollen como el mercado tiene incorporado, sino también que la FED reaccione tal como se espera. Jerome Powell, presidente de la entidad, aseguró en la última conferencia de prensa que podría no haber caídas de tasas en muchísimo tiempo.
Tal como dije antes, la incertidumbre es parte de la ecuación, pero dada la bajísima prima por riesgo en renta variable, seguir el rally hoy es apostar a que con un alto grado de seguridad las cosas van a salir bien. El pecado, por tanto, es de base. No podemos descartar en lo absoluto que haya sorpresas positivas, pero ¿podemos dar por descontadas esas sorpresas? La incertidumbre imperante nos dice que no.
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