Desde el anuncio presidencial sobre la Estrategia Nacional del Litio, los artículos sobre el tema en medios locales e internacionales se han vuelto incontables. La mayoría de ellos subraya que el alza sostenida de la demanda abre una oportunidad única para Chile, aunque en el contexto de una carrera contra el tiempo. Las reservas chilenas son las mayores del mundo, pero es fácil que nos quedemos atrás en explotación si no atraemos suficiente inversión extranjera a la brevedad posible.
Varios análisis técnicos coinciden, asimismo, que el diseño que impulsa el gobierno chileno redundaría en que dicha inversión provenga mayormente de China, y que otros actores del mercado preferirían Australia, Argentina, o -en menor medida- Bolivia y países de África como destino de su inversión.
A China, el mayor consumidor de litio del mundo, su calidad de mayor socio comercial y segundo mayor inversionista en nuestro país le brinda un considerable poder negociador (siempre está el Estado detrás de las empresas chinas). No debemos soslayar tampoco el hecho que Australia y Canadá, polos mayores de inversión hoy en el mineral, han aplicado restricciones o prohibiciones a las inversiones chinas en esta industria, por razones de seguridad nacional.
Todos estos factores harían posible la mayor tolerancia china a la incerteza que emerge a partir del esquema propuesto por la administración Boric, que tardará tiempo en implementarse, incluyendo el control mayoritario estatal.
Ahora bien, entre los aspectos no cubiertos por el anuncio presidencial sobre el litio, sobresale el geopolítico, pese a ser una arista clave tratándose minerales críticos. Quizás la única pista al respecto sea una reciente frase del Canciller Van Klaveren, quien expresó que “las inversiones chinas son tan bienvenidas como las europeas o de Estados Unidos”.
La pregunta que surge entonces es: ¿debe preocuparnos el predominio chino en esta industria, a la luz del actual panorama internacional?
La respuesta debiera ser afirmativa; y no sólo respecto al litio.
El panorama geopolítico está cambiando. La visión de que China se prepara para un conflicto con Occidente ha dejado de ser una hipótesis lejana, sobre todo a partir de su alianza formal con Rusia, oficializada en el primer aniversario de la guerra en Ucrania, y las constantes amenazas a Taiwán, que alteran la paz en el Océano Pacífico.
Están emergiendo dos polos: una nueva guerra fría. Y el seguimiento de reportes sobre los aliados Rusia y China, tanto de la ONU como de organizaciones del campo de los derechos humanos, así como las votaciones de la Asamblea General en torno al tema de Ucrania, deja en claro cuáles son estos polos: democracia y derechos humanos versus dictadura. En este contexto, cuando de un lado se configuran alevosos crímenes de guerra, amén de órdenes de arresto que la mayoría de la comunidad internacional debe ejecutar, el no alineamiento se torna más complejo.
¿Pero qué hay de los preparativos bélicos chinos? El mes pasado la revista Foreign Affairs tituló uno de sus artículos “Xi Jinping dice que China se prepara para la guerra”, apuntando a señales inequívocas del propio régimen. A su vez, los movimientos en el área de defensa en países que comparten con Chile la membresía del CPTPP y una larga relación estratégica, como Japón, Australia, Canadá, Nueva Zelandia y el Reino Unido, además de Estados Unidos y la Unión Europea, reflejan una consideración creciente del escenario bélico.
Aunque el litio es componente clave en una batalla colectiva contra el cambio climático, y este objetivo requiere colaboración a nivel global, el alza en el riesgo geopolítico está impulsando una preocupación por las cadenas de suministro donde la consideración de la seguridad nacional supera el criterio de beneficio económico.
La guerra en Ucrania ha sido un fuerte recordatorio que la política exterior, de comercio y de inversiones y las políticas de defensa y energía deben caminar de la mano. Eso explica que la Unión Europea, Estados Unidos, Australia y Canadá, entre otros, estén priorizando reducir la vulnerabilidad que representa la dependencia de China en su política industrial y de libre comercio, avanzando hacia una diversificación de mercados y una mayor autosuficiencia en materias primas, incluido el litio.
En la ENADE, el ministro Mario Marcel señaló que además de los eventos mundiales como la guerra en Ucrania que amenazan el crecimiento del país, existe un “proceso continuo, sistemático, de enfrentamiento entre las potencias”. Marcel que el CPTPP operaba como un “seguro” para Chile, pues “nos permite trabajar con un conjunto de países que piensan parecido a nosotros”. En efecto, el comercio y la inversión tienen, en la mayoría de los casos, un marco valórico, usualmente contenido en el preámbulo de los tratados sobre estas materias.
Yendo más allá del litio, el cobre y los hidrocarburos, la legislación chilena no dispone, en términos generales, de un mecanismo de autorización para inversiones extranjeras basado en consideraciones estratégicas o de seguridad nacional (un espacio regulatorio que en principio está permitido bajo TLCs y sistema OMC).
A nivel comparado (ej. países OECD) se observa mayor utilización de mecanismos de filtro o screening en ciertos sectores estratégicos de la economía por razones de seguridad nacional, por ejemplo, en consideración a la participación estatal en la inversión extranjera.
Implementar screening sin desincentivar la inversión no es fácil para ningún país, incluyendo aquellos desarrollados. La instauración de un examen de seguridad nacional obliga a una discusión sofisticada, donde se consideren criterios claros, previsibles, no discriminatorios, a la vez que se tenga en cuenta la necesidad de atraer de inversión extranjera, sobre todo para la recuperación económica post pandemia.
El embajador de Chile en Estados Unidos y ex Canciller, Juan Gabriel Valdés, señaló que los socios para nuestro desarrollo estratégico son las economías occidentales “con quienes compartimos valores y una larga historia”; y que con China, en cambio, sólo tenemos una excelente relación comercial.
El screening ya está en la mente de algunos actores clave. El siguiente paso, más allá del litio, es la planificación estratégica. Ojalá entonces que el trabajo de los ministerios relevantes chilenos, mancomunado y eficiente, esté a la altura del momento histórico global.
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