Aunque ya no existe en términos formales desde que su último líder, Fernando Marulanda Trujillo (“Marulo”), fuera detenido en 2010 y luego extraditado a Estados Unidos, todo indica que los remanentes del que fuera uno de los más grandes grupos de narcotraficantes de Colombia, el Cartel de Pereira, también conocido como el Cartel del Norte del Valle, sigue operando, y el antecedente al respecto apareció en medio de un juicio realizado en Chile.
El Cartel de Pereira subsistió porque de un modo u otro logró mantenerse relativamente al margen de la guerra entre las bandas encabezadas por Pablo Escobar Gaviria (Medellín) y los hermanos Rodríguez Orejuela (Cali).
Tras la desaparición de los carteles de Medellín y Cali, hubo una sola organización que aspiró a tratar de llenar ese vacío: el Cartel de Pereira (llamado así porque se asentó en la ciudad del mismo nombre), también conocido como el cartel del Norte del Valle.
Igual de violento que sus antecesores, el Cartel de Pereira, sin embargo, subsistió porque de un modo u otro logró mantenerse relativamente al margen de la guerra entre las bandas encabezadas por Pablo Escobar Gaviria (Medellín) y los hermanos Rodríguez Orejuela (Cali). Fue justamente el sistema de distribución de esta organización criminal la que heredó Pereira, lo que le permitió subsistir por varios años, hasta que en 2013 las autoridades colombianas lo declararon extinto.
El decomiso. Pese a ello, los remanentes del Cartel de Pereira continúan actuando y Chile, con la marihuana tipo creepy, es un destino importante para ellos, como lo da cuenta el caso de Paulo Tarquino Ramírez, un colombiano de 37 años, originario de Bogotá, que en Chile se presentaba como administrador de empresas y negocios internacionales aunque, en realidad, era un narcotraficante que había sido arrestado en 2006 en Chicago, con 3,6 kilos de heroína, pero luego de 2 años de prisión salió a la calle y comenzó a traficar de nuevo, siendo detenido en 2008 en Youngstown (estado de Ohio), tras lo cual fue expulsado de Estados Unidos.
Había 2.097 kilos de marihuana; es decir, más de dos toneladas de la droga, parte de la cual iba a quedar en Santiago, pero la mayoría tenía por objetivo ser reenviada a Europa y Estados Unidos.
Revise a continuación parte de la incautación:
El capo colombiano. En el juicio declaró un coronel (cuyo nombre mantendremos en reserva, en resguardo de su seguridad), que en ese momento era Jefe de Operaciones del OS-7. El alto oficial detalló que mientras la producción de un kilo de marihuana creepy cuesta 80 mil pesos chilenos en el Valle del Cauca, puesta en Santiago su valor asciende a los cuatro o cinco millones de pesos, lo que explica —indicó— “el interés de carteles y organizaciones criminales por comercializar esta droga en Chile”.
“Había sierras, serruchos, clavos y tablas que hacían presumir que se estaba haciendo un doble fondo en el segundo piso para ocultar la droga”.
No era lo único. En el primer piso encontraron un cuaderno azul con registros contables “donde se consignaban clientes, fechas de entrega, montos pagados, saldos, abonos”, señala el fallo judicial, que indica que los montos eran todos cerrados y oscilaban entre uno y cinco millones de pesos.
Tarquino lideraba una célula del grupo, pero había otros brazos del mismo en Chile.
Condenas. En el juicio, Tarquino aseguró que viajó a Chile porque un amigo llamado Andrés Quinteros le ofreció trasladar 100 kilos de marihuana. Para ello, se trasladó a Santiago y una vez en la capital se reunió en un McDonalds del Parque Arauco con “Pino”, a quien identificó como un hombre de unos 50 años, quien le entregó la camioneta, indicándole que recibiría un millón de pesos por el trabajo, además de un paquete de droga (es decir, otros cuatro a cinco millones). Por cierto, los jueces estimaron que su versión no era creíble.
Como el Ave Fénix. Sin embargo, el Cartel de Pereira no estaba aún totalmente desarticulado en Chile. Así fue como siguieron atando los cabos sueltos de la diligencia que terminó con Tarquino tras las rejas y llegaron a alguien a quien mencionamos en la entrega previa de esta serie: una mujer de 44 años, originaria de Cali, Edna Londoño, a quien incautaron 1.024 kilos de marihuana creepy que había llegado en un camión hasta Calera de Tango, el cual contenía aceitunas, en medio de las cuales venía la droga, así como cantidades menores de MDMA (éxtasis), ketamina y pasta base de cocaína.
Surespot. Otro movimiento que Carabineros registró fue el trasvasije de drogas efectuado nuevamente en el estacionamiento de Merced 516, tras lo cual llevaron marihuana hasta una parcela que estaban arrendando en San Bernardo y otra en Isla de Maipo, todo lo cual fue coordinado por medio de “Surespot”, una app de mensajería de código abierto semejante a Whatsapp o Telegram que fue muy popular entre grupos terroristas y narcos, debido a los altos niveles de encriptación que poseía y porque, además, permitía esconder la real identidad de la persona que la usaba, pues no pedía el número de telefóno y permitía usar seudónimos.
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