Luego de la derrota del 4 de septiembre, el Presidente Boric pudo darse un tiempo para reflexionar sobre lo ocurrido y concentrarse en asegurar la continuidad de su gobierno. El Rechazo no solo había sido un categórico pronunciamiento ciudadano contra el proyecto de Constitución que él avaló, sino contra el rumbo del gobierno. Su nombre quedó grabado en esa derrota, y si en Chile hubiera existido un régimen parlamentario, no habría tenido otra alternativa que renunciar.
¿Qué aconsejaba el sentido común? Dejar de considerar la Constitución como el terreno de una batalla artificial contra la dictadura que terminó hace más de 30 años, y abocarse a la tarea de gobernar lo mejor posible, lo cual dependía en gran medida de la estabilidad institucional. Pudo dejar en manos del Congreso el debate sobre los cambios constitucionales y preocuparse de atender las verdaderas urgencias. Pero no fue así. Prefirió idear una estratagema para tapar la derrota y dar a entender que no había pasado nada trascendente en el plebiscito.
Boric y su equipo no tuvieron tiempo para “masticar” el Rechazo. Devotos del tacticismo, optaron por mantener la actitud de fiscales del constitucionalismo, lo cual les servía para no dar explicaciones sobre el engendro elaborado por sus representantes en la Convención. Con poca ropa, se las arreglaron para mantener la ofensiva en una materia saturada de supersticiones frenteamplistas. En primer término, la epopeya de enterrar “la Constitución de los 4 generales” (que, como todos saben, lleva la firma del “general” Ricardo Lagos Escobar). Cargando sus propios complejos, los presidentes de la UDI y RN se encargaron de facilitar las cosas.
Cuesta precisar qué pasa realmente por la cabeza de quienes están en La Moneda. Se embarcaron en un nuevo experimento constituyente en el que son altas las posibilidades de que el tiro les salga por la culata. En mayo, se elegirán los 50 integrantes del Consejo Constitucional y las expectativas electorales de los partidos oficialistas no son precisamente auspiciosas. Sea que vayan en una lista del indulto o en dos listas del indulto, representarán ante los electores a un gobierno que tiene un 70% de desaprobación.
Al analizar los errores del gobierno, es natural el empeño por rastrear su racionalidad política. Al fin y al cabo, hasta los desatinos tienen cierta lógica. Lo que llama la atención es que, en muchos casos, el mandatario y sus colaboradores dan la impresión de actuar contra sus propios intereses. ¿Cómo se entiende eso? ¿Ineptitud, ignorancia, ideologismo? Es una mezcla, probablemente. Pero gravitan decisivamente los efectos del inconsistente liderazgo presidencial y la difícil coexistencia de grupos que piensan muy distinto.
Hay quienes creen que las decisiones más controvertidas de Boric y su gente forman parte de una estrategia sofisticada, cuya coherencia no se percibe a primera vista. Su objetivo sería preparar las condiciones para llevar a cabo una revolución. En realidad, no existe tal proyecto.
Es cierto que los colectivos que controlaron la Convención creyeron que bastaba con “escribir” la revolución para que ella se hiciera realidad. Pero ni siquiera en el caso hipotético de que hubieran ganado el plebiscito, habrían tenido fuerzas y capacidad para llevar adelante tal delirio. Habrían enfrentado una resistencia gigantesca. Hay que decirlo de nuevo: el Rechazo salvó al país de un inmenso desastre, pero salvó también a Boric de un temprano naufragio, aunque él todavía no parece darse cuenta.
Si no es la revolución, ¿qué representa entonces el gobierno, y más específicamente el núcleo Frente Amplio/Partido Comunista? La vía chilena hacia el populismo. Un tosco modo de actuar que está condicionado por la idea de enterrar lo que llaman el neoliberalismo y llevar a Chile hacia “el otro modelo”. Su sello es la chapucería testimonial. De todos modos, este gobierno puede causar un grave daño a las perspectivas de progreso real. Demoler es fácil.
Hay quienes le sugieren a Boric que rompa con el PC, se abrace con el PS y se vuelva “socialdemócrata” (como si todo consistiera en cambiarse de traje). No hay base para pensar que ello vaya a ocurrir. Boric le teme al PC y no se arriesgará a ganar su enemistad. Ahora bien, puesto que el PS y el PPD están presionando para conseguir más cargos, es posible que el mandatario les entregue algo, pero preocupado también de que no se le desgrane el choclo por el lado izquierdo.
El mayor problema político de Chile es la existencia de un gobierno que proyecta precariedad por todos lados en un contexto de enormes retos nacionales, el primero de los cuales es la acción cada día más agresiva de las bandas del crimen organizado con nexos internacionales. El Estado está desafiado en un ámbito vital para nuestra convivencia y tiene la obligación de poner en tensión todas sus capacidades.
La elección del Consejo Constitucional en mayo será una medición de fuerzas rigurosamente política, que tendrá efectos directos en la vida nacional. ¿Estamos ante un nuevo plebiscito, entonces? Así es. Cualquiera que sea el número de listas, en la noche de la elección se sumarán los votos de quienes apoyan a Boric, por un lado, y de quienes se oponen a él, por el otro. Esa será la definición principal. Y lo más probable es que el mandatario experimente una nueva derrota.
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