Qué duda cabe que la política comercial ha ocupado un lugar importante en el debate público durante el presente año. Diversas vicisitudes introdujeron señales de incertidumbre en el desarrollo de un ámbito de las políticas públicas que ha sido altamente exitoso para el desempeño económico del país. Sin embargo, es muy posible que este fin de año nos entregue buenas noticias. Junto al inminente, al parecer, depósito del instrumento de ratificación del CPTPP, se suma ahora el cierre político del proceso de modernización del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (UE).
Desde el 2003, la relación comercial con la UE ha estado regida por el Acuerdo de Asociación, el que ha sido un motor de gran valor para dinamizar y expandir los intercambios con el bloque europeo. Gracias al Acuerdo, el intercambio comercial con la UE ha crecido a una tasa promedio anual de 5,2%, consolidándola como nuestro tercer socio comercial más importante. Además, en lo referente a las inversiones, la UE es el principal inversionista en Chile, acumulando al año 2021 más de US$65 mil millones.
Sin perjuicio de este escenario de crecimiento y consolidación del comercio bilateral, los constantes cambios ocurridos en el comercio global con la aparición de diversas temáticas y desafíos, revestidos de altos grados de complejidad, configuraron la decisión adoptada en 2017 de avanzar hacia una modernización integral del Acuerdo.
Así entonces, a inicios de 2018 comenzaron las negociaciones destinadas a establecer un marco jurídico moderno – alineado con los requerimientos comerciales del siglo XXI – que, junto con profundizar la integración, se hiciera cargo, de una manera balanceada, de los nuevos temas que han emergido en el comercio global.
En el caso de la UE, cabe tener presente que en ese momento se encontraba embarcada en un dinámico proceso de negociaciones comerciales con diversos países, buscando contrarrestar las múltiples iniciativas de integración que se desarrollaban en otras regiones, particularmente en el Asia Pacífico, y de esta manera no perder influencia en el ámbito económico comercial.
Para Chile, por su parte, se generaba la oportunidad de alcanzar mejoras significativas en el acceso al mercado de la UE para un conjunto relevante de productos del sector agrícola, pesquero y agroindustrial, que representan un 9,7% del total de las mercancías, las que, bajo el Acuerdo actual, enfrentan condiciones restringidas para ingresar a ese mercado. Además, este proceso permitía avanzar en la ampliación de oportunidades en el terreno del comercio de servicios y de las compras públicas.
Luego de cuatro años de intensas negociaciones, que también se vieron afectadas en su desarrollo por la pandemia, se llegó a un cierre técnico que logró, de forma sustantiva, los objetivos comerciales que Chile se trazó con esta modernización.
En materia de comercio de bienes, hubo avances significativos en el acceso a la UE para carnes, aceite de oliva, productos del mar y preparaciones alimenticias, entre otros. Asimismo, nuestros proveedores de servicios contarán con nuevas y valiosas oportunidades para ingresar en condiciones competitivas al mercado europeo. Algo similar ocurre en el área de la contratación pública, donde la UE incrementó el número de entidades que se comprometen a otorgar acceso a sus procesos de licitación a proveedores chilenos de bienes y servicios.
A todo lo anterior, se deben agregar las diversas mejoras que se acordaron en el ámbito de la simplificación y flexibilización de las reglas de origen; los procedimientos aduaneros y la facilitación de comercio; y el establecimiento del esquema de auto certificación del origen de los productos, el cual facilitará enormemente las operaciones comerciales. Al mismo tiempo, se introdujeron disciplinas que asegurarán que no se apliquen barreras regulatorias o no arancelarias que, de manera proteccionista, impidan el ingreso efectivo de nuestras exportaciones al bloque europeo.
Un aspecto de alto significado político y comercial del futuro Acuerdo se refiere a los estándares y principios que se establecen en el ámbito del desarrollo sostenible. Lo acordado con la UE implicará un fortalecimiento de la relación de apoyo que debe existir entre la apertura comercial y una efectiva protección de los derechos medioambientales y laborales. Por la profundidad y extensión de los compromisos asumidos, es un acuerdo que posee un evidente “sello verde” que lo distinguirá respecto a los acuerdos comerciales previos suscritos por nuestro país.
Es importante mencionar, asimismo, las enormes contribuciones que lo acordado proporciona para avanzar hacia un comercio bilateral inclusivo, al disponer de instancias claras y favorables para que los beneficios de esta apertura alcancen de forma extensa a las mujeres y a las pymes.
Con el cierre político de la negociación, Chile y la Unión Europea concretan un paso significativo en la profundización y actualización de sus relaciones político-económicas de cara a los desafíos del siglo XXI. Para nuestro país, en particular, constituye un nuevo hito en su exitosa política de apertura al mundo.
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