La capacidad de conectar distintos mundos es una marca de Patricio Fernández, ex convencional del Colectivo Socialista, escritor y columnista, quien fundó el diario The Clinic en 1998. Allí pasaron escritores como Pedro Lemebel y Nicanor Parra, además de toda clase de políticos, entre ellos un joven dirigente estudiantil llamado Gabriel Boric.
“En ese tiempo el Clinic estuvo bien inmiscuido reporteando las protestas. Se juntaba gente para conversar y en esa órbita se conocieron Boric y Pato. Después se encontraron en Punta Arenas. En Santiago hacían asados, etc.”, dice un cercano.
El tío de Fernández, el exsenador y exministro José Antonio Viera-Gallo, con quien tiene una gran cercanía, lo describe así: “Es un sobrino con el cual siempre mantenemos mucha relación por sus inquietudes culturales y políticas. Y bueno, yo creo que es una persona que ha tenido una forma muy inteligente de insertarse en la vida pública, en el debate nacional con The Clinic y después con sus columnas y con los libros que ha escrito. Lo aprecio mucho como representante, más allá del parentesco, de una nueva generación y de una nueva mirada. Él no cuenta mucho su vida, pero sé que tiene una relación con Boric hace tiempo”.
¿Quién es Patricio Fernández? No es fácil definirlo en pocas palabras. Fue un niño serio y aplicado. En su adolescencia lo describen como “un poco soberbio intelectualmente, pero después se le pasó. Tiene un sentido del humor muy fino, irónico, un rasgo que viene de los Chadwick. Y es un gran conversador. Puede estar toda la noche debatiendo de política, pero siempre con respeto. Tiene un carácter fuerte y no se deja amilanar, ya sea con alguien de izquierda o de derecha”.
Nació hace 50 años en una familia de clase alta de Vitacura. Era el mayor de seis hermanos. Su padre, del mismo nombre, es un exitoso abogado que también tiene un campo que exporta frutas. La faceta más artística la entregaba su madre, Marie Paul Chadwick.
Pero era una familia tradicional (cercana a la DC) y la exigencia para el hijo mayor, cuando salió del Verbo Divino, donde coqueteó con la idea de ser cura, era ser abogado como el papá. Patricio estudió un rato Derecho en la Universidad de Chile, pero se rebeló ante el destino que imponía la figura paterna. Cuando le contó a sus padres que iba a cambiarse a Literatura, en la UC, porque quería ser escritor, hubo conmoción en el hogar.
Se diplomó en Literatura, pasó por Filosofía y se fue dos años a Florencia, en Italia, donde estudió Historia del Arte Renacentista. Volvió a Chile con ganas de convertirse en crítico de Arte. Escribió varios catálogos de exposiciones. Se hizo muy amigo de pintores como Samy Benmayor y Pablo Domínguez.
El Pasquín. Al principio, la idea era hacer un panfleto para repartir gratis en apoyo a Ricardo Lagos, quien enfrentaba en primarias a Andrés Zaldívar a fines de los 90. “Carlos Ominami era el jefe de campaña. Si alguien tuviera que disputarle a Pato a quién se le ocurrió The Clinic yo creo que Marco Enríquez correría en esa disputa”, dice un cercano.
El nombre aludía a The Clinic, en Londres, donde estaba internado Pinochet. A Lagos le empezó a perturbar el tenor del medio y se independizó rápidamente de la campaña. “Yo puse un millón de pesos para su fundación y Pablo Dittborn, otro millón. Cobré mi primer sueldo al tercer año, la gente trabajaba gratis”, ha dicho Fernández.
La primera oficina que tuvieron era la de CESOC, de José Antonio Viera-Gallo, en Esmeralda, frente al Parque Forestal. En su mejor época, The Clinic llegó a vender 80 mil ejemplares y a financiarse con avisos publicitarios.
El periodista y crítico gastronómico, Álvaro Peralta, alias Don Tinto, conoció la época de oro del periódico: “Llegué a hacer la práctica. Recuerdo que me recibió Rafa Gumucio y Pato me dio la bienvenida. Yo pienso que fui a la universidad en The Clinic, allí aprendí todo. El gran plus era la gente que allí se congregaba. Y el imán de esa gente era Pato. En esos años pululaban Lemebel, Germán Marín, Eugenio Téllez, Pablo Domínguez. Samy Benmayor. A Claudio Bertoni lo fue a buscar a su covacha en Concón”.
Recuerda: “Lo mejor era que en sus reuniones de pauta había un montón de gente que no era periodista, entre ellas el mismo Pato. Y yo creo que nunca se contaminó de una mirada meramente periodística, sino más diversa. Él tenía una buena amistad intergeneracional con mucha gente”. Patrició Fernández en 2020 dejó la propiedad del periódico, que quedó en manos de Jorge Ergas Heyman.
La versión de The New Yorker. El periodista estadounidense Jon Lee Anderson escribió un extenso reportaje sobre el mandatario chileno, donde relató las causas de su amistad con Fernández. “Boric, en sus inicios como diputado… era nuevo en la política y buscaba orientación. Nacido en 1986, apenas recordaba los años de Pinochet y, como otros de su generación, se sentía impaciente con las reformas moderadas. Fernández había alcanzado la mayoría de edad durante la dictadura y había aprendido a valorar las libertades que trajeron los gobiernos de la Concertación. Estaba siempre atento a lo que ocurría y podía decirle a Boric cosas que no escucharía en otro lugar”.
“Desde entonces, los dos habían forjado una estrecha amistad y Boric iba a menudo a casa de Fernández a cenar o a jugar al ajedrez con su hijo adolescente, León. Cuando sus conversaciones se prolongaban, Boric dormía en el sofá. Hoy en día, a Fernández le gusta decir a los visitantes: “El Presidente ha dormido ahí donde estás sentado”.
Encuentros intergeneracionales. Durante la campaña presidencial, Patricio Fernández presentó a Boric a Ricardo Lagos. “Gabriel tiene mucha curiosidad por la historia, mucha curiosidad por los mayores, está muy lejos de los prejuicios generacionales. Más bien al revés”.
Una persona que conoce la historia dice: “Pato considera que Boric es de los políticos con más humus cultural de su generación. El Presidente es un lector, un tipo sensible. Y todo eso los aproximó, pese a tener distintas edades y estar en distintos momentos de la vida. Pero hay una complicidad. Gabriel tiene un gran interés por la tradición de la izquierda, no por devoción, sino para conocerla. Y Pato cumple esa labor. A Boric le importa ese relato y es por eso mismo que entiende bien que una de sus tareas hacia adelante es renovar esa historia”.
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