-¿Recuerdas las primeras películas que viste de Martin Scorsese? ¿Cómo fue la experiencia, dónde las viste y qué impresión te causaron?
-Las primeras películas suyas que pude ver fueron Bertha, ladrona y amante y Calles peligrosas. La primera es thriller ambientado en los años de la depresión que transmite furor e indignación. La segunda es una cinta mucho más personal, de ribetes confesionales, y podría ser descrita como un tributo a la amistad entre un joven mafioso en ascenso (Harvey Keitel) y un impulsivo amigo suyo (Robert de Niro) que se mete en problemas con un prestamista. En Calles peligrosas ya estaban presentes muchos de los temas que Scorsese desarrollaría en su obra posterior. La disociación, la furia, la experiencia de la caída, la redención… Vi Bertha en el antiguo cine Pacífico y Calles peligrosas en el antiguo Toesca, ambos de calle Huérfanos, a fines del 74 e inicios del 75.
-¿Scorsese fue una de esas aficiones inmediatas o tu gusto por él fue creciendo con el tiempo?
-Buenos, la sintonía fue inmediata y posiblemente respondió a una mezcla de factores que advertí en su trabajo: sensibilidad latina, matriz ética y cultural católica, resuelto compromiso con la renovación del cine americano y, al mismo tiempo, profunda lealtad a las grandes tradiciones del cine clásico. La gracia es que todo esto está en permanente tensión en la obra de Scorsese. Su cine no es el producto de alguien que se acueste temprano y tenga las cuentas en paz consigo mismo. Su cine es el reflejo de un artista incontinente y agónico atravesado por la duda y el lado oscuro de la vida.
–Toro Salvaje fue una revelación para el mundo cinéfilo de los 80 en Chile. Y El rey de la comedia (1983) se convirtió en un mito. En la revista Enfoque, en la que escribías, esas películas aparecían en los rankings de lo mejor de la década del 80. ¿Cómo fue formarse como crítico viendo y escribiendo sobre Scorsese?
-Bueno, fue un privilegio. Tanto Toro salvaje como El rey de la comedia son películas duras y con las cuales no es muy fácil empatizar de buenas a primeras. Tienen un lado desagradable. Podrán ser notables películas, sobre todo Toro salvaje, pero no son historias particularmente seductoras. El Jake La Motta que presenta Scorsese es un tipo ferozmente agresivo, a menudo intratable, que usa el ring como espacio de catarsis para sus traumas y demonios.
El protagonista de El rey de la comedia es un personaje patético embriagado en aspiraciones mediáticas que anticiparon en su época la tiranía orgiástica de la televisión y las redes sociales. Daba gusto escribir sobre esas películas en los años 80 porque sentías que con dos o tres explicaciones era posible facilitar la percepción pública de esas películas más allá de las dificultades iniciales que planteaban en términos de empatía.
Scorsese no elige a sus protagonistas entre la gente más sabia y equilibrada. Los elige entre los más disociados y enfermos y en definitiva nos enseña a hacernos parte de la disociación que los mueve y con frecuencia los pierde.
-A propósito de Buenos Muchachos (1990), Pauline Kael escribió: “¿Es una gran película? No me parece. Pero es un triunfo cinematográfico… Cada cuadro es activo y vívido, y puedes sentir el deleite apasionado del director al hacer que las imágenes se muevan”.
–Buenos muchachos puede ser una de las mejores películas de Scorsese. Tiene todas las ambivalencias de su poética. Es una descarnada y feroz mirada sobre algunas de las peores brutalidades de la mafia neoyorkina y es también un reconocimiento a los sentimientos de cariño y lealtad que animan a una banda delictual. Los mafiosos de Scorsese no tienen ni la compostura ni la dignidad presidencial de los mafiosos de Coppola. Son crápulas, son asesinos y son escoria, por mucho que tengan encanto. Siendo una película sobre el pertenecer a una tribu y sobre el crecer dentro de una organización, Buenos muchachos es también una reflexión sobre el vacío y el desarraigo en el que caes una vez que decides desertar y traicionar para pasar al lado supuestamente luminoso de la ley. En Bueno muchachos Scorsese pone a prueba muchos de los alcances del concepto de redención.
-El irlandés (2019) es su última película y para algunos críticos una obra magistral. ¿El tema de la traición es uno de los ejes de su filmografía? ¿De qué habla el cine de Scorsese?
-Diría que los grandes temas de Scorsese son la violencia, el poder, la masculinidad, los demonios, los sentimientos de amistad y, por cierto, la traición. Pero posiblemente de lo que más habla Scorsese es de lo que significa pertenecer a un barrio, a una familia, a un grupo, a una tribu, y de lo que ocurre cuando la vida te impone crecer, de encontrar tu destino, conseguir una identidad y una autonomía personal al margen de los códigos de la manada. Esta doble perspectiva comporta mucho dolor y ansiedad y describe buena parte de la aventura moral que sus personajes emprenden.
-Scorsese cumple 80 años. ¿Cuáles son las cimas y las caídas de su obra según tu opinión? ¿Cómo han envejecido sus películas?
-¡80 años y sigue filmando con una vitalidad y energía difícil de encontrar incluso entre los cineastas jóvenes! Es sin duda el mejor director del mundo en actividad. Sabe hacerlo todo. Obviamente sus películas están mucho más cerca de Tánatos que de Eros y quien busque grandes historias de amor en su filmografía difícilmente las encontrará. Creo que las cumbres de su producción son Taxi Driver, Toro Salvaje, Buenos muchachos, El lobo de Wall Street, Los infiltrados y El irlandés. Pero cintas como El color del dinero, Casino, El aviador, La edad de la inocencia, La isla siniestra o Silencio son trabajos notables y tienen momentos maravillosos. Pandillas de Nueva York y Hugo están entre las películas suyas que me parecen más ajenas.
-Se sabe que Robert de Niro ha sido el gran actor de Scorsese. ¿Por qué crees que funciona esa dupla? ¿Qué otros actores han brillado especialmente en sus cintas?
-Está claro que durante muchos años De Niro fue una suerte de alter ego de Scorsese. Pero después estableció una relación parecida con Di Caprio. Quizás ocurra como ocurría en Hitchcock, que usaba a James Stewart para describirse como era y a Cary Grant para presumir como le gustaría ser.
-Clint Eastwood tiene 92 años y sigue filmando. ¿Podremos esperar algo más de Martin Scorsese?
-En función de las pulsiones que se advierten en sus películas, parece evidente que tiene cuerda para rato.
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